lunes, 21 de octubre de 2013

Post vivo II: ¿Y qué pasó después?

postvivo


¡Por fin! diréis muchos, otros ni se lo esperarán ya, pero aquí está el final. No he añadido casi nada, puesto que creo que vuestras palabras son lo que mejor puede reflejar las impresiones vividas y lo que esperáis para el futuro de vuestros pjs. Si he añadido alguna consecuencia, he intentado que sólo sean las que se desprenden de vuestras palabras y hechos.
Espero que os guste lo que han escrito vuestros compañeros de juego y que así, la visión del evento sea mucho más completa. Aquellos que no habéis podido escribir, disfrutad del relato y a ver si a la próxima os animáis (he puesto vuestros nombres en negrita también, cuando se dice algo importante de vosotros, aunque no en cada caso que sé os nombraba porque hubiera resultado excesivo).


Un beso y hasta pronto.


Nota antes de la lectura:


En negrita incluiré el nombre del pj que escribe la parte que estéis leyendo (y el de alguno de los que no han podido escribir, pero que son nombrados con consecuencias).


En el texto de Ur Unen hay algo de metagame, es decir, se entremezcla el pj con la vida real de jugadora, organizadores, etc. Ha seguido la línea de locura que había en su ficha de pj, lo que me parece una idea estupenda para que entendáis qué marrón le endosamos a la pobre.


Además, hay un guiño a otros post vivos. Lo que no lo entiendan, que busquen las palabras clave en el buscador de  este blog:




Las palabras de Osiris aún resuenan en el ka de los asistentes al Durbar del nuevo rey de Kemet, SMnj Ka Ra Dysr Jprw, conocido como Esmenjeperw o Teremut, entre sus amados. La voz tonante del dios del Inframundo traspasó las barreras del más allá para recoger al mismísimo rey y su Jat (momia). Tras recibir el visto bueno de Maat en el pesado del corazón, Anubis le condujo hasta las puertas, donde gozará eternamente dichoso en los campos de Aaru. Su familia llora de contento, puesto que desde hace siglos nadie había sido capaz de ver la ceremonia en vida. La debilidad entre ambos mundos lo ha permitido y, aunque nadie sabe muy bien sobre las consecuencias de los conjuros realizados esa mágica noche, de momento, todos vuelven a la normalidad poco a poco o a su nueva realidad, aunque algunos no pueden evitar recordar todo aquello ocurrido durante el funeral...


***


Un nuevo día amanece en el Valle de los Reyes. Me despierto, agotado tras los vertiginosos días que he dejado atrás con las ceremonias funerarias y la entronización del nuevo Rey. Pero debo preparar los ritos de corte de hoy…
¿Qué estoy haciendo? Después de tantos años como encargado del protocolo, la rutina seguía instalada en mi interior. Ya no son éstas mis atribuciones, sino las del nuevo Chambelán, cuando el nuevo Rey decida quién debe ocupar este cargo. ¡Ahora soy su nuevo Chaty! Suena bien: el Justo Chaty Tutu, portador de la pluma de Maat. Por fin he conseguido la posición que tanto ambicionaba y rocambolescas han sido las circunstancias que me han llevado a obtenerlo.


Al llegar al templo del Valle de los Reyes, tenía bien claros mis objetivos. Het-Muhery debía ser coronado como Faraón, pues Amón lo había elegido y sin duda sabría recompensarme adecuadamente. Por otro lado, y ante la presencia del juez Pazair, debía ocultar los muchos favores al margen de la legalidad que había comprado durante tanto tiempo, en los que la Hacienda y el Tesoro Real no eran más que uno de mis recursos personales, así como mis pasados crímenes o los de mis escasos amigos. Ptahw, Minhotep, me ayudásteis cuando maté al desgraciado de mi padre y no soy de los que olvidan, para bien o para mal.


Al poco tiempo, me di cuenta de que organizar los ritos funerarios iba a ser una titánica tarea, pero creo que salí bien parado de ello. Tras recibir a todos los invitados, uno de ellos, aparentemente el más insignificante, despertó en mí un recuerdo sepultado en mi pasado. Ese joven tuareg llevaba múltiples tatuajes, pero reconocí uno de ellos de inmediato. ¡El Ureus Real! No podía ser verdad... ¿sería posible que ese bebé hubiera sobrevivido al desierto? Era imposible, me aseguré de dejarlo en mitad de las dunas, ¡bajo un sol abrasador! Maldición y mil veces maldición. ¿Y qué hacer ahora? Había conseguido de nuevo recuperar el respeto y el cariño de mi hermana Merisis con una encantadora historia; incluso me proporcionó la bendición protectora de Isis. Por suerte, los años que mi hermana había pasado fuera de la Corte habían contribuído a que estuviese más receptiva a mi relato. O tal vez es que yo ya soy incapaz de creer a nadie, más allá de mí mismo. Si la verdad sobre su hijo perdido salía a la luz, me enfrentaba al odio de mi hermana, su probable muerte por impiedad ¡y una acusación sobre mí por intento de asesinato real! Podría intentar acabar de nuevo con él, pero si realmente estaba protegido por los Dioses era una tarea imposible, además de que iba a necesitar la colaboración de otras personas y realmente no confiaba en nadie, así que lo mejor iba a ser observar cómo se desarrollaban los acontecimientos y estar preparado ante cualquier circunstancia.


Y mientras mi mente analizaba posibilidades a toda velocidad, apareció ella. Sharanar, la bella, la de los ojos color miel, la que aprisionaba mi corazón y me dejaba sin respiración. Tras tanto tiempo sin vernos, por fín pude hablar con ella de nuevo. La encontré nerviosa, un tanto desconfiada. Pero mi orgullo apareció y le prometí que saldría de este Durbar reforzado, con más poder, que sería digno para que fuera mi esposa. Ella me dijo que no era eso lo que le importaba, pero sé que no decía la verdad. Las mujeres aman al poderoso y estaba determinado a aumentar mi poder en la Corte.


Tras ello, Pazair me informó sobre el juicio que iba a celebrarse y mis peores sospechas se vieron confirmadas, puesto que habían detenido a Ptahw, mi amigo. ¡Y nada menos que por regicidio! ¡Le acusaban de ser el responsable de la muerte de Akhenatón! Las desgracias me golpeaban una y otra vez, primero el sobrino perdido ¿y ahora esto? Maldito Akhenatón, ni muerto dejo de odiarte. Al menos tenía esperanzas, puesto que las pruebas contra Ptahw eran muy endebles (¿el halcón de Horemheb como prueba de regicidio?) y estaba preparado para ello, ya que, al poco de comenzar el juicio, el testigo que había comprado se presentó y dio el testimonio que había dispuesto para ello. Con este testimonio y las endebles pruebas, Ptahw salió absuelto del regicidio, aunque culpable de la muerte de su esposa. Fue condenado al destierro, mal menor, puesto que ya lo había enviado a mis tierras más apartadas y nadie averiguó que fui yo el que le permitió escapar y el que le había estado dando cobijo durante tanto tiempo. Había esquivado una de las flechas que me habían dirigido, así que podía respirar tranquilo.
Pero debía tener vigilado de cerca a Pazair. Le informé de que había rumores sobre cambios en los lindes de las tierras de los templos por parte de algunos terratenientes. La mayor parte de estos cambios eran responsabilidad mía para favorecer a Nebu Mes. Pero así dirigiría sus investigaciones hacia él y, en el peor de los casos, podría aparecer ante el juez como la persona que había comenzado estas investigaciones, informándole a él, lo que podría favorecer mi imagen de inocencia. Ya se apañaría Nebu Mes.


Tras la primera reunión del Consejo Real, procedí a iniciar junto con Parennefer los ritos para el traslado de la momia de Tut. Tras un ajetreado día, al menos tuve ocasión de divertirme un poco al poner juntos a Het-Muhery y Ur-Unen en la procesión. La muy trastornada armó un escándalo y se negó, poniéndose en ridículo y con ello a su culto, puesto que era la suma sacerdotisa de Atón. Al acabar los ritos funerarios, pude tener un breve encuentro con Sharanar. Desplegué todos mis encantos y creo que fue más receptiva a ellos que nunca. Me entregó su colgante como prueba de amor y al día siguiente encontré su carta, en la que confirmaba su futuro junto a mí.


El día del Durbar fue frenético. El festival Heb Sed, la presentación oficial de los candidatos al trono, trajo una sorpresa inesperada. El astrónomo real Herisepdet anunció que las estrellas hablaban de un candidato, el tuareg Sasheru. Fue una sorpresa para todos, excepto para mí, que conocía de su linaje. Ese niñato se había aupado a la carrera por el trono y una estrategia comenzó a tomar cuerpo. ¿Y si conseguía su confianza, por medio de mi hermana? Dejé pasar el tiempo, ya que, sin duda, la verdad sobre su origen iba a terminar saliendo a la luz. La candidatura de Het-Muhery, a la que apoyaba indirectamente, atravesaba cada vez más dificultades por la oposición frontal de todo el culto atoniano. Akesha, mientras tanto, gozaba de un creciente apoyo, aunque sus maniobras a espaldas del consejo proponiéndose en matrimonio con Hatti le granjearon la oposición de casi todos los miembros del Consejo Real. Me extrañó sobremanera el cambio que obró en Herisesta. El eunuco pasó de ver al tuareg como una opción pintoresca a valorar con seriedad su elección. Hablé con él de este tema, y me di cuenta de que, si el Señor de los Secretos estaba a favor de su elección, no sería por casualidad o por la elección de las estrellas, sino que otros motivos le harían actuar así. Al llegar la noche, el número de candidaturas se habían reducido a tres: Akesha, Sasheru y Horemheb.
El general de los ejércitos había conseguido el apoyo de Ay y Hetmuhery. Políticamente, era la mejor opción y la que traería una mayor estabilidad a Kemet. Esta candidatura unía al ejército, la Corte y el principal Hwt de Egipto. Pero ¿qué ganaba yo con ello? Ay seguiría como visir y, lo que es peor, ¿ese maleducado general sería Faraón? A partir de ese momento, tuve clara cuál iba a ser mi posición. Mi sobrino debía ser Faraón y mi ayuda y soporte serían claves para ganarme su confianza. Hablé con mi hermana, que pasó de odiarme, por ocultar a su hijo, a pedirme mi apoyo y protección. Tuve suerte de que estuviera cerca mi amigo Minhotep, que venía a pedirme que hiciera lo posible para acabar con Merneith, esa médico arribista que estaba ensuciando su buen nombre. Entre los dos, urdimos una historia en la cual Amenhotep era un padre cruel que enviaba a la muerte a su hijo recién nacido, en la que yo desafiaba la voluntad real para salvarlo y le daba una nueva identidad alejado de la corte, donde estaría seguro. Mi hermana creyó totalmente esta invención y la protectora del tuareg, en realidad una espía de Herisesta, acudió a mí para que fuera su protector y mano derecha en la corte. Por suerte, tras tantos años en la corte pude mantener la compostura, aunque por dentro estaba riéndome a carcajadas. Si supieran la verdad…


Una vez reunido con mi sobrino, le di una clase acelerada de corte. Debía absorber como fuera la candidatura de Akesha y debía ser él el Faraón. Tras contar con el beneplácito de Herisesta, en breve se consiguió dicha unión. Mis planes estaban cada vez más cerca de alcanzar el éxito. Si todo iba bien, mi sobrino conseguiría el apoyo de los atonianos, Akesha no sería Faraón sino esposa real y mi sobrino tendría la última palabra como rey. Además, pasaba a formar parte de la familia real como tío del Faraón y ¡contaría con su gratitud como su “salvador”! Ni en mis mejores sueños pensaba que pudiera acabar así. Tras el trámite del último Consejo, Sasheru fue proclamado rey. Tanto él como Akesha confiaron en mí para que me encargase de sus primeros nombramientos, cosa que hice de inmediato. Para contar con el beneplácito de Herisesta, mi mayor rival, coloqué en cargos de responsabilidad a sus amigos Maienhor y Semerut. No tenía nada en contra de Maienhor y su cargo como responsable de Exteriores haría que estuviese poco tiempo en la corte. Semerut era un buen amigo mío, por lo que su continuidad en la corte no me molestaba en absoluto. En cuanto a Herisesta, tendríamos que continuar nuestra particular guerra encubierta en otro tablero. Él es ahora el Portador del Abanico, pero yo soy el Visir, la mano derecha del Faraón. Veremos quien tiene mejores armas ahora.


Y el dulce final fue enviar a esa arribista, Merneith, bien lejos de Tebas. El cargo de Médico en Jefe de Memphis fue un regalo envenenado, alejándola de la Corte y de mi amigo Minhotep, que mantiene su cargo de Medico de la Corte y Médico Jefe del hospital de Tebas, los cargos más importantes. Además, Muhesy acabó desterrado por un oscuro asunto en los Muros del Príncipe, así que podré achacarle las corrupciones de la Hacienda. Lo único que me preocupa es el meteórico ascenso de Abu Atón, que ahora es Sumo Sacerdote de Atón. No he podido detenerlo y puede ser un enemigo importante en el futuro. Tan sólo me queda influir en el Faraón para que nombre a Iren-Atón (antes BinSeth) como General de los Ejércitos y podré deshacerme de Horemheb, que ha caído en desgracia frente a su suegro Nebu Mes.


Termino aquí el relato de los hechos acontecidos en este Durbar. Un futuro tempestuoso se presenta ante Kemet. La guerra con Hatti se vislumbra en el horizonte. El faraón parece libre por ahora de las costumbres atonianas, pero la influencia de su esposa puede ser determinante y no olvidaré que es sangre del propio Akhenatón. Pero por ahora la libertad de culto parece garantizada y espero que mis consejos como visir sean escuchados.


He encendido la mecha que ha de quemar este papiro. Estos signos desaparecerán entre las brumas de la mañana, en el Palacio del Rey. Pero al haber sido escritos, cobrarán realidad.


Este es el testimonio de Tutu, Visir del Rey, Tío del Faraón.


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Mientras, en una barca, alguien reflexiona dejándose llevar por el vaivén del río.


¿Memphis? No puede ser, lo habré oído mal... Estaría tan nerviosa mientras escuchaba el nombramiento de los cargos, que me habré equivocado. Pero al día siguiente después de volver a Tebas, mientras mi marido estaba ocupado en los asuntos judiciales, frente a mi puerta apareció una escolta enviada por parte del Chati Tutu. ¿Estará todavía ocupándose de las tareas del chambelán de la corte? ¡Qué entregado! Hicieron que recogiera las cosas más necesarias y me acompañaron al barco que se dirigía al sur por las aguas tranquilas del Río.
Llevo varias semanas viajando. El tiempo es caluroso y agotador. Pero aún así, cada vez que hacemos una parada para repostar las provisiones bajo a la tierra para coger una muestra del lodo de los pozos que guardan el agua. Los gusanos invisibles viajan conmigo. Intento dar con el remedio que me permita limpiar las aguas de los pozos de Tebas y de las demás ciudades en el caso de que estén contaminadas, sin necesidad de vaciarlos por completo. He descubierto que el agua expuesta en un recipiente de cobre a los rayos de Atón en las horas más calurosas del día ya no es tan contaminante. Pero no es lo suficiente. Tiene que haber algo más. Quizás un veneno que se use para las plagas sobre la tierra también nos pueda servir para el agua. Algo que haga daño a los gusanos pero no al pueblo de Kemet. Daré con la solución, cueste lo que cueste. Es mi pueblo y ¡he de protegerlo!
Poco a poco los bichos están creciendo. Tras probar diversos tintes a base de plantas, he probado a darles algo de mi propia sangre y un cambio se ha gestado en ellos. Ahora son más grandes, del tamaño de un dedo. Los puedo ver gracias al tono rosado que les ha proporcionado mi sangre, que engullen golosamente. La sangre de animales no les sacia igual. Su rostro es cada vez más aterrador y pequeñas protuberancias en su cabeza se están tornando ganchos alargados, con los que combaten con sus congéneres. He tenido que separarlos para que no se devoraran o reprodujesen más.
En las noches estrelladas, cuando la luz de Atón cesa y ya no puedo trabajar más en mi pequeño laboratorio improvisado, pienso en Pazair. Pues le echo mucho de menos. Hace unos días, cuando bajé del barco en una pequeña población se acercó a nosotros una mujer con niño en brazos. Le habían comentado que había un médico en la expedición, pues el niño tenía fiebres muy fuertes. Era una enfermedad que yo conocía y podía curar y no dudé en comunicarselo a la mujer. Hice que inhalara la tintura madre de Brionia y luego preparé un brebaje de raíces y corteza de sauce. En un tiempo, los lloros cesaron, el niño se durmió y sus mejillas se volvieron más rojizas, adquiriendo así un color más sano. Pronto tuvimos que marcharnos pero todavía no puedo quitarme de la cabeza la imagen de aquel niño, durmiendo tranquilamente en los brazos de su madre. Ojalá pronto pudiera yo regalar un heredero a Pazair. Pero antes de eso tengo que acabar mi trabajo...
No paro de dar vueltas sobre mi designación como médico en jefe en Memphis. Es cierto que es la segunda ciudad más grande de todo el Kemet, pero ¿por qué me enviaron tan lejos de la corte? Akesha, después del ritual dijo que me debía la vida y que jamás se separaría de mí. Ahora que puede tener hijos y tiene a su esposo, lo lógico es que yo estuviera su lado, para ayudarla en todo lo posible y vigilar su salud. No puedo permitir que Minhotep haga de las suyas y que la vida de Akesha peligre. Pocos días después de salir de viaje, en nuestra primera parada mandé tres cartas, una a Akehsa, la reina consorte, otra al propio Faraón y la tercera a mi querido marido, que ahora también es el kap del rey. Ahora, las aguas del Nilo se abren frente mía. Entramos en el puerto de Memphis. ¿Qué me espera ahí, cuándo podré volver atrás? Los gusanos me preocupan. Ya son tan grandes como culebras y su aspecto es aterrador. Se mueven voluptuosamente por el agua, agitando rítmicamente sus cilios cuando escuchan sonidos fuertes, como los remos golpeando el río. Varios tentáculos salen de su garganta, proyectándose por delante de su gran boca y por la noche son más activos. Dirigen unas antenas hacia las estrellas, pero se quedan inertes cuando el cielo está nublado. ¿Qué relación tendrán con los hechos cósmicos acaecidos estos días pasados? ¿De dónde vendrán estos seres? ¿Seré capaz de acabar con ellos?
Pronto tendré las respuestas a todas mis preguntas y, mientras tanto, contemplo el vuelo de las aves, desplegando sus alas sobre las aguas tranquilas del Río. El Río que nos da vida, el Río que convierte la tierra en negra y da nombre a todo Kemet.


Merneith, Médico en Jefe del Hospital de Memphis, Tocada por Imhotep e Isis, Enemiga-amiga de Sekhmet


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Akesha se despertó en medio de la noche ahogando un grito. A su lado yacía Sasheru, su nuevo esposo. Se lo quedó contemplando, sin saber todavía qué pensar de él. Había sido el elegido por los dioses para gobernar Egipto, no sabía demasiado bien porqué. Akesha seguía creyendo que otros candidatos, sobre todo ella misma, hubiesen sido mejores opciones. Pero todos los sacerdotes se habían acercado para decirle que no, que era Sasheru quien debía ostentar la corona. Y, ¿quién era ella para contradecir a Atón, tanto cuando hablaba por boca de sus sacerdotes como por boca de los sacerdotes de sus avatares?
En cierto modo, le recordaba un poco a Tutankhatón. Parecía que tenía buen corazón y buenas intenciones, pero no demasiada idea de como funcionaba el gobierno. Parecía convencido de que iba a poder contentar a todo el mundo y que, si se llevaba bien con todos, no iba a tener ningún problema. Akesha, por desgracia, sabía que no iba a ser así. Que no bastaba con sentarse a esperar y mirar y que era imposible agradar a todos. Sólo esperaba que aprendiese sin tener que golpearse demasiadas veces. Esperaba que Atón, ya que lo había elegido a él, le guiase.
Con un suspiro, se levantó y salió al balcón a refrescarse. Miró al cielo sin luna, recordando los sucesos que habían ocurrido en los últimos días. Los dioses se habían aparecido ante ellos. Ella los había visto con sus propios ojos, y les habían dicho que ni Amón ni Atón eran los dioses que debían adorar. Se sentía perdida. Toda su vida había estado marcada por la adoración al dios sol, por el poder que él le había dado y el camino que él le había marcado. Sin él ¿que le quedaba? Nada.
Miró hacia abajo, al suelo. Sí, le quedaba algo. Le quedaba Kemet. A partir de ese momento, sólo iba a tener un dios y razón de ser, y ese era Egipto. Esperaba que Ur Unen, como su nueva kap, le ayudase a transitar por su nueva vida, desprovista de Atón, aquello que le había dado significado a cada uno de sus pasos. Lo daría todo por su tierra, sin importar lo que pidiera de ella. Le daría su vida y la de sus hijos sin pensárselo dos veces.
Se acarició el vientre, pensando en sus hijos futuros. Les educaría en el amor a Kemet sobre todas las cosas y procuraría que no fuese ningún sacerdote el que los educase. Pensó en Merneith como la kap para sus futuros hijos. Estaba segura que Sasheru aceptaría. Era una mujer capaz, práctica y con las ideas claras, esposa del hombre más justo de Egipto, sería una buena influencia para el próximo rey.
Aunque con la última sentencia de Pazair no podía estar de acuerdo. Iba a provocar una revuelta... Lo había hablado con Sasheru y ambos coincidían en que se debía eliminar la parte sobre los primogénitos. Eso sólo le acarrearía problemas en una situación ya de por sí difícil. Pero no podría evitar que los hebreos que se rebelaron contra el orden egipcio fueran expulsados. Sería decisión de Muheshy el acompañarles o no, en busca de una nueva tierra donde aposentarse.
En su mente, empezaron a pasar todos los planes que había hecho con Muheshy. Ya lo echaba terriblemente de menos. Le necesitaba a él y a sus consejos a su lado, incluso con sus riñas. Esperaba poder volver a verle alguna vez para abrazarle y decirle lo importante que había sido para ella. Pero ahora, lo mejor que podía hacer, era intentar velar por su pueblo e intentar implantar la visión que los dos compartían sobre Egipto.
Hacía falta acabar con la corrupción de los templos en primer lugar. Después con la corrupción del resto de funcionarios, cosa que sería más sencilla que lo anterior, ya que Sasheru ya le había comentado su interés al respecto. Tenía que conseguir un mejor funcionamiento de los ejércitos y más en esos momentos. Después de haberlo hablado con diferentes personas de confianza, se había convencido que Iren Aton era el más adecuado para dirigir los ejércitos.
Continuaba pensando que el cuerpo de gestores era la mejor manera de que no se robase cereal pero, al mismo tiempo, llegase a todas partes de forma eficaz. Intentaría hacérselo ver a Sasheru de todas las formas posibles, aunque con Tutu de por medio no sabía si lo conseguiría. Y esperaba que hubiese suficiente dinero como para poder organizar los cuatro mercados anuales que había planificado, aunque ese era un proyecto que podía tener que esperar a que se solucionasen los conflictos exteriores.
Sabía que tendría que vigilar a Tutu. Merneith ya le había comunicado la jugarreta que les había hecho, pero Sasheru había hecho el anuncio de forma pública y cambiar de opinión sería visto como un signo de debilidad. Esperaba que, al ser nombrada kap de su hijo o hija cuando naciese, pudiese volver. Mientras, esperaba que solucionase el problema de la contaminación de los pozos en el norte, mientras ella misma se aseguraba que se realizase en el sur.
Lanzó un último suspiro y se giró para contemplar la figura de su marido, durmiendo plácidamente. Al menos había ganado la amistad de Kelbennu y, más importante, una aliada por la defensa y protección de Kemet. Le esperaban tiempos duros y ahora no contaba con la fuerza de Atón para ayudarla. ¿Cómo lo haría?
Se volvió a acostar sin haber encontrado la respuesta. Sasheru, seguramente pensando en Kelbennu, la abrazó en sueños y Akesha se replanteó la pregunta. ¿Cómo lo harían?. No esperaba que él la quisiera, tampoco creía llegar a enamorarse de él, aunque también había pensado lo mismo de Tut. Pero sí esperaba que él le ayudase a convertirse en una de las dos columnas que sostendrían Egipto y aprender cómo ella podía ayudarle a él a convertirse en la otra.
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Observó con calma el horizonte. Por un segundo, el tiempo se detiene, los edificios son devorados por las dunas y el ruido de la población queda enterrado, dejándome a solas con la arena y el Sol. Todo era sencillo en el desierto. Conocía el entorno, sus normas, su peligro, su gente, mis amigos, mi familia... mi amor... mi nombre... mi destino.
Es el único momento de paz que he tenido desde ESE día. Todo ha sido reciente y, aún así, parece una eternidad.
Ahora mi hogar está en edificios descomunales de los que antes rehuía, el movimiento constante ha sido sustituido por la estabilidad, las normas las escribe un grupo de hombres, las hienas se han posado sobre sus patas traseras y ahora caminan entre nosotros, adaptando nuestros rasgos de manera que es difícil distinguirlos, mi "padre" no es Amerw sino Amenhotep, mi amor es Akesha y no Kelbennu, soy Jeperu y no Shaseru, y mi destino ya no es ser chamán de los Sedem Tu Sa... Ahora tengo que liderar Egipto en tiempos difíciles.
Por dónde empezar...
Akesha quizás sea la más indicada para tomar las primeras decisiones, hasta que me sienta cómodo con esta forma de funcionar extraña que tiene la ciudad. Las charlas que hemos tenido nos han llevado a las mismas conclusiones. La elección de cargos de confianza coincidía totalmente, así como la decisión de crear una red de inspectores para controlar el movimiento de trigo o traer a Merneith de vuelta como Kap de nuestros hijos, ahora que es posible que pueda concebir; además, la doctora puede investigar los extraños casos de mortalidad infantil que azotan la ciudad.


En el caso del ejército, no es aceptable que desaparezcan tropas en medio del desierto. Cuando nuestros enemigos se acumulan a nuestras puertas, debemos hacernos más fuertes que nunca. Opino, al igual que Akesha, que Iren Atón es el hombre indicado para dirigir los ejércitos. Está curtido en el campo de batalla, es íntegro y sabe que hay que reforzar militarmente a los nómadas del desierto. Será perfecto para mantener las fronteras seguras en el interior.
Fuera de las fronteras, habrá que establecer un espacio de acercamiento a nuestros vecinos y ver como podemos apaciguar a los hititas. Un cese de las hostilidades sería tan bien recibido como un oasis durante una travesía, aunque el puesto de Horemheb tendrá que ser supervisado de cerca, para que no provoque ningún incidente con ellos. Es un hombre al que le gusta la actividad y aunque fue mi rival al trono, ahora me ha jurado obediencia y seguirá siendo tan fiel a Kemet como siempre.
Akesha también propone separar religión y economía. En el desierto no tenemos tal problema desde luego, así que será mejor que se encargue ella.
Luego está el consejo. No tengo intención de hacer una limpieza por ahora, aunque soy consciente de que no son trigo limpio en algunos casos. Lo mejor será reunirme con ellos como gesto de buena voluntad, que me aconsejen como es su función, y no tomarlos muy en serio hasta que los inspectores empiecen a informarnos.


Discrepo más sobre su postura de entregar Karnak a Hemneter, por los encontronazos que hemos tenido. Pero la alternativa es Hetmuhery y, francamente, no es una opción.


¿Y qué hacer con Muheshy? La sentencia del juez Pazair fue excesiva en lo que se refiere a los primogénitos, aunque entiendo sus motivos. Un crimen que trajo consigo un enfrentamiento con muertes en ambos bandos... Pero no quiero crear un conflicto con los hebreos. Tampoco podemos olvidar que fue fiel a mis predecesores y dio la cara para poder limpiar su alma y purificar a Akesha. La ley del desierto sería una medida excelente, pero ya no estoy con las tribus y cambiar toda la sentencia podría ser una falta de respeto a Pazair, alguien que está sirviendo bien a Egipto. El destierro de Muheshy parece la opción más sensata. Iren Atón no estará  muy complacido, pero tendremos ocasión de hablarlo en su nombramiento como general. Creo que atenderá mis razones.


Si me oyera mi padre... ¡Su hijo hablando como un político! Tengo que invitarle a venir, veremos quién puede mantener el rostro serio durante más tiempo. Tengo tanto que agradecerle. Y le tengo que presentar a madre. Si es verdad lo que dice Akesha, que Hemneter no es realmente un devoto de Amón, su templo perderá fuerza. Me pregunto si los nómadas volverán entonces a la ciudad. No sé si padre aceptará, pero esa decisión no está en mi mano.
Pero sobretodo tengo que pedirle que cuide de Kelbennu, si decide volver al desierto. Le propuse ser mi segunda esposa, pero en ese momento estaba más pendiente de mantenerme con vida. Supongo que estamos en paz en cuanto a deudas de vida. Al final, ambos hemos hecho lo que debíamos, es solo... que es tan injusto que nuestros caminos se separen de esta manera. La amo tanto...


Mis lágrimas se pierden en la arena tan rápido como entran en contacto. Y ese instante me recuerda que tengo que volver a la realidad. Mi nueva vida será exigente, y tengo que tengo que ayudar a mantener el equilibrio de aquí a la eternidad. Y ahora me debo a mi país y a mi esposa. Juntos haremos un Egipto aún más grande y fuerte.


Acabo de recibir una carta. Voy a leerla junto a mi esposa, puesto que parecen los sabios consejos de mi madre y serán una guía para los dos.


***


“Querido Teremut, como ya te dije, éste es el nombre que yo te di, el amado por su madre.


Te escribo esta misiva para poder expresarte todos los sentimientos que el día de tu Durbar no pude decir, la emoción era muy grande en ese momento.
Tenemos mucho tiempo que recuperar, llevamos más de 20 años separados, sólo hace unos días que te pude abrazar por primera vez, pero no pasa nada, tenemos mucho tiempo para recuperarlo.
Me gustaría enormemente poder dar las gracias a tus padres adoptivos, por facilitarte una infancia feliz que yo no te pude dar.
Ahora te ha llegado un destino que implica mucho trabajo, tienes que dejar de pensar en ti para pensar en todo Kemet. Isis te acompañará y te guiará en este camino. También voy a estar yo ahí, he renunciado a mi consagración a Isis para poder ayudarte en estos momentos. También están de tu lado los demás dioses, has sido elegido por ellos, no vuelvas a repetir los errores de tu padre dando la espalda a la mayor parte de los dioses.
Con respecto a tu padre, sólo te puedo decir que no nos quería, ni a ti ni a mí, igual que se comprobó que tampoco quería al pueblo de Kemet, pero la vida es dura a veces como el propio desierto y hay que aceptarla.
Ahora tienes una gran mujer a tu lado, Akesha, ella te ayudará a cumplir con tu deber, pues la corte es traicionera. Ya lo has visto durante estos días de duelo: todo son secretos y rumores, te puedo asegurar que nunca lo eché de menos durante mi vida en el templo. Mantén a gente de confianza cerca tuyo, pero nunca te termines de fiar de ellos.
Tienes a Tutu a tu lado, pero en muchas ocasiones no sé que pensar de él, es cierto que mató a nuestro padre por defenderme a mí; pero algunas cosas no están claras, la historia que te relató tu padre de cómo te encontró y la que él me contó no son la misma, no sé qué pensar. Lo que es indudable es su experiencia en la corte. Mientras te ayude, no tendremos que usar el amuleto estrangulador que Nefertiti me ha confesado que tiene puesto. Dejaremos que el Nilo siga su camino y según cómo se afronte la travesía, subiremos o bajaremos de los barcos que nos ayudan a llegar a nuestras metas. De su comportamiento dependerá el nuestro.


Ten mucha calma, tranquilidad y fuerza para los tiempos que se avecinan. Apóyate en Akesha, por supuesto, pero sé siempre tú mismo. No olvides todo lo que aprendistes en aquellas lejanas tierras, sus costumbres y sus ritos. Me encantaría conocer tu hogar, donde has vivido todos estos años, seguro que es mucho menos corrupto que la corte.


Durante estos días del Durbar he pasado mucho miedo, sobre todo desde el momento que supe que estabas tan cerca mío: corrías peligro, serio peligro, no era fácil para mucha gente aceptar a un extranjero como opción a rey, el hijo secreto de Akhenaton, sólo acuérdate de que tanto tu padre como tu hermano Tut han muerto en extrañas circunstancias. Por favor, ten siempre mucho cuidado.


Hasta este momento mi vida la había consagrado a Isis, vivía por y para la diosa, ahora consagro mi vida a ti, a protegerte. Tengo que resarcir el daño que te he hecho, todo el tiempo que no te he podido proteger, que no te he podido enseñar ni educar, mi ausencia. Es inevitable tener un sentimiento de culpabilidad y entendería que pudieras estar resentido conmigo, por no haber estado contigo durante todos estos años. Lo único que palía ese sentimiento es que tu familia adoptiva ha sido excelente: te han dado cariño y has recibido las enseñanzas para convertirte en lo que eres, el príncipe del desierto. Ese conocimiento no quita que tenga un dolor en mi corazón, por no haber ejercido mi papel de madre, por haberte abandonado; espero que me perdones y no sientas rencor, de verdad no tuve la más mínima opción de cambiar lo que ocurrió.
La emoción que vi en tus ojos en el momento de nuestro reencuentro no se me olvidará nunca, volverte a ver ya convertido en un apuesto hombre que tenía lágrimas en los ojos por verme a mí, llevaré ese instante siempre en mi corazón.
Sé que ha sido todo un poco precipitado, tu matrimonio con Akesha ha sido obligado, vas a echar de menos a Kelbennu, pero no podía ser. Con todo ello, trata bien a tu mujer, intenta ser su amigo, dale un hijo. No te va a ser difícil porque la diosa Maat está con vosotros. No sé si te estará vetado el amor, de todas formas mi experiencia con el amor tampoco ha sido muy reconfortante. Aprende a querer a Akesha, conviértete en su amigo, su confidente.


No dudo que vas a ser lo mejor para Kemet, pero no te olvides que sirves a tu pueblo, a todos, no sólo a la corte, también a la gente desfavorecida y a aquellos que son más frágiles, los niños... El pueblo ha estado abandonado por sus dirigentes anteriores. No te dejes llevar por las glorias y los fastos, no te olvides de dónde vienes, eres de sangre real pero te has criado en el desierto con las tribus nómadas y también debes velar por ellos.


Por mi parte, sabes que siempre tendrás mi amor incondicional, espero tener siempre el tuyo.


Que Isis te bendiga.
Tu madre y amiga única, Merisis.”


***
Tebas, en otra habitación de Palacio.


Todo daba vueltas.


La coronación, el ritual de protección al faraón, la visión del juicio de Tut… Todo me recordaba la iniciación en “Los que velan” o quizás presagiaba el futuro juicio que a todos nos espera.
Después dolor.
La garganta ardía, algo en el estómago me daba punzadas. Los brazos de Nehedet me rodean. Veía a mi pequeña y trataba de decirle algo. Sin éxito. Yo, Herysesta el señor de los susurros, no era capaz de entonar un “gracias” o un “no pasa nada”.
Después silencio.
Mi pequeño huerto. Un día caluroso. Los esclavos holgazanean ante la mirada de un amo indolente. El amo soy yo. Tranquilo y sereno en un atardecer del final del verano, vuelvo a ser un hombre pleno sin necesidad de la intercesión de Min (¡Oh, gracias, Hoskarteph!). A mi lado, un anciano hace su movimiento en la partida que mantiene conmigo. Me resulta familiar, pero desconozco el mecanismo de ese juego. Extiendo mi mano para recoger las cuentas de colores que hay en uno de los pequeños hoyuelos, cuando el anciano rompe el silencio.
- Herysesta, has fracasado.
Alzo la mirada y me encuentro en tinieblas. Tumbado y repitiendo la letanía del día de mi entrada en “Los que velan”. Anubis miraba severo y Maat prorrumpía con una gravísima voz.
-Herysesta, no mereces descanso. Perjuro y negligente, sólo limpiaras tus sucias manos en las aguas tranquilas de un nuevo reinado. Entonces serás juzgado.
Mi cara, aterrada y confusa, va encajando las faltas y delitos, que un coro de voces (unas familiares, otras lejanas, algunas monstruosas) va enunciando.
Fue así que supe de la terrible traición de Maienhor, de cómo había sido utilizado por él, de cuán injusto había sido con Nehedet y de todas y cada una de las promesas que había roto.
Se hizo de nuevo el silencio en mitad de mi oscura estancia. Unas vendas húmedas habían logrado reducir mi temperatura y Nehedet me vigilaba desde la silla de un rincón. Cuando mis ojos se toparon con su figura no me quedó más que exclamar:


- Nehedet, ayúdame a levantarme, tenemos que defender un nuevo trono.


Y la que se hacía llamar ahora Kelbennu, le ayudó.



Tebas, horas antes del amanecer.


Una figura sigilosa se mueve a través de la ciudad cual un felino, se dirige hacia las afueras, casi había olvidado la emoción de la caza... Con el rostro cubierto, sonríe ampliamente, por fin se siente viva otra vez. Han sido unos días muy intensos, la cabeza de Nehedet hierve de nuevo, está activa y mil pensamientos se mezclan a la vez: Sasheru ocupa el primer lugar... Pero sabe que debe olvidarlo, ahora ya no es su confidente ni su alma gemela, es su faraón... Y deberá velar por él y su reina .
Un ruido la saca de sus pensamientos, Kelbennu se agazapa en la esquina y observa... Sólo son dos guardias que se dirigen a la torre para cambiar el turno de vigilancia, el tiempo apremia puesto que sólo tendrá unos momentos para salir sin ser vista.
Ya fuera de la ciudad, no puede evitar mirar hacia atrás, esta vez toma su tiempo para pensar en lo ocurrido, en la conversación con Akesha la misma noche de su nombramiento. En un momento de tranquilidad, Kelbennu se acercó a Akhesa:
-Mi reina, quería darle la enhorabuena por su nombramiento y su boda con Sasheru. Egipto por fin esta en buenas manos y ambos tenéis un maravilloso futuro juntos.
- Gracias por confiarme alguien que sé es preciado para ti y por tu trabajo para nuestra tierra querida.
-Sé que Kemet es lo primero en nuestros corazones. Ambas compartimos los sacrificios que hemos hecho por el bien de nuestro país, por lo que te considero una hermana.
Kellbenu agacha la cabeza y se quita el pañuelo dejando entrever el esperpento que le hicieron en su rostro.
-No soy merecedora de tal honor, le fallé a mi país, a mi padre y esto me lo recordará siempre, mi misión ahora se ha terminado y es hora de pagar por mis errores, iré a despedirme de mi padre y dejaré que el desierto me juzgue.
-Sería una lástima que tu lealtad se la tragase el desierto. Sé que, en tus circunstancias, quedarte al servicio de Kemet sería el mayor sacrificio de todos. Pero aún sabiéndolo, es lo que te pido.
Kelbennu alza la mirada, y observa a Akhesa: realmente será una gran reina para Egipto -¿Estáis pidiéndome que vuelva a entrar en funciones ? No sé si Herysesta lo permitirá- pero el rostro de Kelbennu se vuelve a iluminar.
-Intercederé ante él. Pero antes necesito saber que tu corazón, tu cuerpo y tu alma estarán por siempre al servicio de Egipto.
-Mi cuerpo y mi alma siempre estarán al servicio de Kemet y de mis reyes.
-Y que nuestra tierra será siempre la primera de tus prioridades.
-Eso nunca lo dude, mi reina, siempre fue mi prioridad. Egipto, Sasheru y ahora vos son mis prioridades.
En ese momento el rostro de Akhesa se puso más serio -¿Y si llegasen a entrar en conflicto? Necesito saber que pondrías al país antes que mi persona o la de mi esposo.
-He demostrado estos días mis prioridades, sacrificando lo más valioso que tenía para seguir en pie, creo que mi lealtad queda demostrada.
-Sí, lo ha quedado, pero quería escucharlo de tu boca. Intercederé ante Herysesta por ti. Sabiendo el gran sacrificio que supone todo esto, pero si es lo que deseas, así se hará. Y con todo mi agradecimiento, aunque éste no pueda hacerse nunca público. En privado, siempre serás una hermana para nosotros.
Kelbennu vuelve a sonreír, pero sigue hablando.
-Más que ante Herysesta, si permite mi osadía, sería con Pannerefer con el que tendría que hablar, mi reina... Hicimos un pacto y ahora me espera para ayudarme a desaparecer. Me siento feliz por ello, aunque a ojos de Shaseru sea peor que yo ya no esté.
-Parennefer siempre ha sido un amigo cercano. A él le diré lo necesario.
Kelbennu le tiende una carta a Akhesa: -De momento, le confío esta carta, puede leerla si quiere junto a su esposo, pero hasta que no esté segura que están los dos a salvo y Egipto también, prefiero que crean que ya no estoy y menos a ojos de Mahienhor.
Akhesa parece sorprendida: -Maienhor?
Kelbennu se da cuenta que mejor no decir nada aún sobre la traición del hitita. Aún necesita hablar con él.
-Nos ha servido bien- sigue la reina.
-Lo sé, pero le dije que me iba y ... (Kelbennu se toca las cicatrices con un gesto inconsciente). Bueno, historias de trabajo, mejor no aburrirla con ello. Si lo desea, organizaremos una reunión con Herysesta, Parennefer y vos a la salida de la luna y decidiremos por el bienestar de Egipto. Tenemos que averiguar el problema del agua junto a Merneith, que ha debilitado a mi padre Herysesta.
-No me aburrirá, te lo aseguro, Kelbennu. Pero sí, es cierto, este tema del agua corrompida está entre mis prioridades, ya que está causando estragos entre los niños de Egipto, nuestro futuro.
-Entonces así se hará, confío en usted y sobra decir que esta conversación, a ojos de los demás nunca ha existido.
-Por supuesto. Kemet necesita de más servidores leales como tú.


***
Las palabras de Akhesa animan a Kelbennu a seguir adelante en busca de los conspiradores de Egipto, su padre le ha encargado varias misiones y sobre todo ir en busca del traidor...  Maienhor o como rayos se llame en realidad.
Sólo pensar en él se le hace un nudo en el estómago. Recuerda su pasión en el desierto, pero el calor del amor se convierte en el fuego abrasador que la deformó para siempre. Necesita verle otra vez, mirarle a los ojos y preguntarle... Averiguar si queda algún resquicio del hombre que amó, si no fue sólo una ilusión y si sería capaz de servir a Egipto, sólo así podría perdonarle...
Vuelve a sonreír, sabe que tiene un pacto con Parennefer y que tarde o temprano se convertirá en su esposa; es un buen hombre y no desea hacerle daño y jura ante los dioses que será una gran esposa para él, pero.... El desierto siempre será lugar para ella y Maienhor... Pase lo que pase, Kelbennu ha decido pasar una última (o primera de muchas más) noche con él. Es hora de que la encuentre de nuevo, tiene mucho que hablar con él, averiguar el problema de las aguas de los niños e intentar no defraudar a padre.
Nehedet vuelve a sentirse con fuerzas de poder desenmarañar todo esto como pueda, aunque su corazón arda en el proceso.


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Tras una conversación muy fructífera con la Reina Akesha, se decidió hacer una reunión tanto con Parennefer y Herysesta en mitad de la noche, lejos de oídos y ojos ajenos.
Kelbennu mira a Parennefer,
-Si no hubiese tenido una charla con Akhesa, hubiera aceptado de buen grado el irme contigo, eres un buen hombre y sé que a tu lado yo podría volver a ser una buena mujer, pero Kemet no esta a salvo aún; hay muchas cabos sueltos y le debo a mis reyes y a Egipto lealtad absoluta, por más que me duela quedarme...
Parennefer le devuelve la mirada.
-Te ofrecí venir conmigo como alternativa a tu aciaga decisión y mi oferta nunca ha sido retirada. Pero puedo comprender que sigas sintiendo la llamada del deber y mientras nuestro faraón necesite de nuestros servicios, seguiré siendo consejero real y servidor de la corona de las dos tierras. En cualquier caso, me alegra de que tu vida haya encontrado de nuevo un propósito, que aparte tu mente de otro tipo de pensamientos, con terribles consecuencias. En cuanto a mí, si mi faraón y mi reina me necesitan, seguiré a sus órdenes, como siempre he estado.
Kellbenu sonríe tras su velo y se toca la cicatriz del rostro. Mira a Herysesta:
-Bueno al final no me despido... ¿Crees que habría una posibilidad de volver a tus servicios?
Herysesta mira complacido a Nehedet: ¿Tú crees que Kemet puede permitirse otra desaparición tuya?
Y tras rodear con su capa a Nehedet, la conocida ahora como Kelbennu, comienza a susurrarle todas las difíciles tareas que les esperan. Kellbenu sonríe, mientras la decisión se lee en su rostro.
-Esta vez no fallaré.
Akesha entra en la habitación: -Siento haberos hecho esperar. En estos tiempos, velar por Kemet no es la más fácil de las tareas, aunque sí la más satisfactoria.
Mira a los presentes, Herysesta hablando con Kelbennu y Parennefer, observándoles. -Veo que ya habéis empezado, como no podía ser menos de los servidores de nuestra tierra negra. El servicio hacia ella nunca termina, así que nosotros no podemos descansar nunca. Kelbennu ha demostrado su lealtad hacia Kemet, así que le he pedido que continúe a su servicio. A ojos de todos habrá desaparecido, así que os ruego, aunque ya lo sabéis, que guardéis su trabajo en el más alto secreto. Muchas veces, los sacrificios que hacemos por nuestra tierra, quedan entre ella y nosotros. Espero que nadie ponga inconvenientes a su trabajo.
Se gira hacia Kelbennu y su rostro cambia, mostrando agradecimiento.
-Y de ti, Kelbennu, como ya sabes, espero la lealtad que has demostrado hasta ahora, hacia mí pero, ante todo, hacia Kemet y espero ser merecedora de tus sacrificios. Ya te lo he dicho, pero lo vuelvo a hacer. Dentro de nuestras venas corre la misma sangre, el agua del Nilo, por lo que te considero una hermana, al igual que considero hermanos todos aquellos que aman mi tierra tanto como yo.
Parennefer ofrece una sentida reverencia.
-En tal caso, mi Reina, Maestro de Espías, mi bella Kelbennu, entiendo que mi tarea aquí ha terminado, al menos por el momento. Tengo una tumba que terminar, otra que empezar a planear y muchos otros trabajos que requieren de mi atención, incluyendo las murallas del príncipe. Una vez el funeral ha terminado, debo encargarme de que la nueva tumba de vuestro hermano sea lo más segura e inviolable posible. Tantas cosas que hacer, tan poco tiempo. Si me necesitáis, estaré en el poblado de los constructores, a la entrada del Valle de los Reyes, como siempre.
Dicho esto, una nueva reverencia, y Parennefer se retira de la sala.
Kellbenu le mira, apenada por no haber aceptado su oferta. Pero sabe que sólo es un “hasta pronto” y se despide de él así:
-Sigo teniendo tu propuesta en cuenta y si aceptas, en cuanto esto acabe y encuentre a los que conspiran en contra de Egipto, sería un honor retirarme a tu lado. De todos modos, creo que serás una pieza importante en esta nueva misión.
Kellbenu mira a Akhesa y a Herysesta y parece feliz por primera vez desde que volvió a Kermet.
Con una sonrisa cómplice, Parennefer se retira, y el repiqueteo rítmico de sus pies y su bastón se pierde corredor abajo, lentamente. Su corazón está fijo en aquellos ojos que se ocultan tras el velo carmesí, pero su mente está ya fija en cámaras subterráneas, frescos de colores y grandes estatuas funerarias.
La eternidad, una vez más, está a un martillazo de distancia. Mientras se aleja de palacio, medita en soledad:


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Varias semanas han pasado ya desde mi último viaje a Avaris. Un nuevo y joven capataz está ya al cargo de la renovación de las Murallas del Príncipe. Es un hombre entusiasta, pero recto y creo que he logrado que entienda que los esclavos deben ser doblegados de formas más civilizadas, no sólo mediante el látigo y la fusta.
Un hombre con los huesos rotos o sin la piel de su espalda no es un obrero capaz.
Antes de volver, levantamos un obelisco en memoria de los caídos en defensa de Khemet y me aseguré de que hubiera en él una mención a la amada esposa de Ir-En-Aton.
Quiero pensar que el destierro de Muheshy y el nuevo capataz devolverán la calma a la masa de obreros hebreos, pero conozco al antiguo sacerdote de Atón y, si un término le describe, es perseverante; de modo que no me sorprendería que volvamos a escuchar noticias suyas algún día.
Por mi parte, hay tanto que hacer y una sola vida para hacerlo. Las tumbas de Tut (que la necesita) y Ay (que probablemente la necesite pronto) han de ser terminadas y es probable que una eventual reorganización de Karnak requiera de más obreros de los que nadie nos logre suministrar...
Al regresar de Avaris y, en contra de las recomendaciones de los guardias que me acompañan, me he desviado del camino y me he acercado a descansar un rato bajo la inmensa cabeza de Hor-Em-Ajet, que desenterrara el abuelo de Ajenatón. Sus firmes rasgos me ofrecen la tan deseada sombra. Muchos hombres la temen, mis guardias entre ellos. Dicen que es tan antigua como el viento y que atrae a los espíritus del desierto. Yo sin embargo, solo siento la seguridad que la piedra que la compone me transmite.
¿Será ese acaso mi futuro? ¿pervivirán acaso mis obras durante los siglos, sólo para ser temidas o malinterpretadas por los hombres del mañana?, ¿es ese acaso el destino que nos espera, bienamado Ajenatón, a aquellos que hemos intentado cambiar el mundo?
Cuando quiero darme cuenta, mis manos han tomado una vez más vida propia, y trazan un nuevo diseño, el embrión de una nueva obra, en un papiro gastado y reutilizado que siempre llevo encima. ¿Un nuevo templo? ¿una nueva vida junto a Nehedet en algún lugar lejano, alejado de política y muerte?
Ajenatón me concedió una segunda oportunidad, me dio mi nuevo nombre: Parennefer. La coronación de Shasheru nos ha ofrecido a todos una más. Está en nuestras manos no desperdiciarla.
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Alguien se frota las manos. Acaba de despedirse de una sigilosa comitiva. El Éketa del Wanaka, Irmiskh Hett, acaba de marcharse. Ha salido muy mal herido del encontronazo con el general norteño, pero el caos con el Djinn facilitó su huida. No será la primera cicatriz de este hombre, ni la última y el observador piensa que ha salido todo de una forma razonablemente positiva, aunque no ha sido el mejor de los escenarios para su pueblo.
Ahora que ha conocido en persona a Pazair, lamenta el haber tenido que golpearle aquel día y más, sabiendo que la bella médico que le curó era su amada esposa, la misma que le salvó cuando el desierto lo escupió de su seno. Pero el amor al Wanaka hace que no siempre se pueda estar orgulloso de ciertos actos. Y Maienhor tiene que vivir con ellos. PIensa en el afortunado Áyax, el Éketa Hett, que por fin vuelve a casa. No como él...
El traqueteo del carro se aleja hacia el norte, hacia la nueva tierra de Hatti, ganada con hierro y fuego a los mitannios. La figura que los observa se queda soñando despierta unos instantes, pensando en lo que pudo haber sido y no fue. Imaginando otras realidades...
Pero él sabe jugar con las herramientas que tiene, que no son pocas. Saca del bolsillo un puñal y lo arroja lejos en la arena, que lo devora rápidamente. No quiere tener un arma a mano, por si acaso. Vuelve sus ojos hacia las estrellas, se encomienda a los dioses protectores de la tormenta y va al punto de encuentro.
Ella ya está allí. Parece que está sola. Su delgada figura destaca en lo alto de la duna del oasis. Apenas hay tres palmeras y unos cactus, una pequeña fuente y un hatillo. Ya no va a disimular, empieza a acelerar el paso, corre, tropieza incluso en su ánimo de llegar hasta ella. Suda, tiembla, se ralentiza en los últimos pasos, mientras ella le observa fijamente, sin moverse. Parece una estatua.
Llega hasta sus pies, a los que se arroja para pedir de nuevo perdón. Nunca quiso matarla de verdad, pero ama tanto a su país como ella el suyo. Ella sigue impasible. El desierto se alía con ellos y les escucha silencioso. Ella se agacha a abrazarle, como si no hubieran pasado los años. El misterioso corazón le habla de viejas pasiones, que no lo son tanto. El deseo estalla como el sol del mediodía y no necesitan una manta para cobijarse del frío nocturno.
La noche les mira envidiosa. Ella no puede gozar así...
Se tumban boca arriba, con las pieles aún sudorosas en contacto.
-Mataste a mis padres.- son las primeras palabras inteligibles que exhala la mujer desnuda.
-¡No! Por todos los dioses de las montañas sagradas. Juro que no fui yo... Sé que Branir fue ejecutado por egipcios, alguien que no quería que se revelaran ciertos secretos que los espías sabían. Pero en aquella época, yo ni siquiera estaba en Kemet.
-¿Y Branir? ¿Tampoco fuiste tú?
-Tampoco. El juez Branir estaba a punto de saber lo ocurrido a tus padres y quién era el que dio la orden y también fue asesinado por egipcios. Nunca me ocupé de ese tema y no sé quién pudo ser de forma segura, pero piensa. Piensa, bella Nehedet... tú lo sabes. Lo intuyes. Sólo tienes que reflexionar, como yo he hecho estos años y llegarás a la misma conclusión que yo.
-Ahora me llamo Kelbennu.
-Disculpa. Kelbennu es un bello nombre. La nómada del pájaro que renace del fuego... lamento haber sido yo el causante de ello... no sabrás nunca lo que he llorado y cómo me he arrepentido. Cada instante, cada acción, cada acto... estuve a punto de perecer en el desierto, de perder la cordura, de morir a tu lado. Pero las cosas fueron así. Y hay que aceptarlas. He reflexionado y Herysesta sabe que escondo algo, pues le dije que eras una traidora al país. Mi momento en la corte ha terminado. Olvida tu venganza, olvida a Egipto y ven conmigo. Vayamos a una tierra nueva que nos abrace sin preguntar nada. Fundemos una familia y una nueva vida. Y hagámoslo hoy. He oído hablar de bellas playas de mar en el norte, en donde hace un clima agradable, menos extremo que el nuestro. La gente es tranquila y no hay guerras. Vayamos allí o donde desees.


La mirada de Kelbennu no daba lugar a dudas. Tiempo atrás dudó. Ahora, ya no había vuelta atrás. Giró la mano con la antigua maestría del asesino, mientras se acercaba a él con los labios entreabiertos y rasgó su garganta de parte a parte. Él se dio cuenta instantes después, mientras recibía su último beso. Ya no pudo hablar, ni decirle que era justo, que la perdonaba, que la amaba. Pero antes de morir, volvió a sentir su calor y eso fue lo único que le importó en esos instantes.


Ella sacó la esterilla de su hatillo, y se dispuso a enterrarle a la antigua usanza nómada, para que el desierto lo momificara. Una lágrima resbalaba mientras por su retorcido pómulo, pero ella ya no se daba cuenta de nada.
Rezó por su alma y cubrió con la arena su cuerpo. Y se marchó de nuevo hacia Tebas. Ahora, ya era libre. Sabía todo sobre los gusanos y podría decírselo a Merneith, para ayudarle a curar a su pueblo. El traidor había sido ejecutado. Los reyes tenían sus apoyos. Era momento de retirarse.
Al llegar a casa de Parennefer, él no preguntó nada. Sabía que algo grave había pasado, pero no le importaba. Ahora, por fin completaría su vida con ella, mientras la joven enseñaría en palacio a nuevos espías que la sustituyeran. Se acabó el tiempo de la acción, llegaba el tiempo de vivir de verdad.


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Alguien escribía una carta, mientras el mensajero que la enviaría esperaba pacientemente a su lado.
Aprovecharían la comitiva de Nebu Mes, Mut e Iren Atón para que la carta llegara a su destino. El terrateniente tebano sabría que tendría que solventar algún escollo, pero todo seguiría como siempre. Sus negocios serían prósperos y el matrimonio de su hija estaba a salvo. Ojalá consiguiera que Horemheb preñara de una vez a su hija antes de partir hacia la siguiente campaña, el mismo pensamiento que poblaba la mente de Mut. Iren Atón pensaba en sus nuevas responsabilidades y en que por fin, el norte sería tomado en cuenta.
Pero el mensajero permanecía ajeno a todo aquello que no fuera la joven sacerdotisa Henu Ra y su misiva.


Estimada Hatsenubet,


Hace poco que te escribí, pero todo ha cambiado. Espero que sigas bien y que alguna de las acólitas te lean esta carta y que tengas en cuenta que sigo siendo tu mariposita, esa que está siempre en tus recuerdos pero con unos cuantos años más.


Espero que sigas viva, es mi pesadilla de siempre, desde que lo vi y supe que no tenía solución pero no puedo dejar de intentar buscarla, Merisis también me ha estado ayudando y aunque aún no lo hayamos conseguido y no llegue a tiempo para ti, nunca dejaré de buscarla y no dejaré que más personas caigan en esa terrible maldición.


¿Te acuerdas de que te hable de que quería aprender de Hoskarteph? No, claro que no. Bueno, pues lo he conseguido, llevo unas semanas aprendiendo de él y ya consigo no despertarme tan confusa de mis sueños, incluso puedo llegar atisbar los significados ocultos en ellos. Es un maestro peculiar, nunca sé qué debo hacer para complacerle y me siga enseñando, es un reto, pero no puedo dejar de confiar en él. Algo me dice que es bueno en su interior y me lo ha demostrado.  Si me sigue aceptando, creo que llegaré muy lejos en este ámbito y sabes cuánto me gusta aprender y esto en concreto cuánto lo necesito. Pero tengo el presentimiento de que pronto me dejará y tendré que volar sola, sin su ayuda. Y eso me da miedo. Ahora sé que el don no es una bendición, sino una gran responsabilidad... y debo aprender a manejarlo sin que me arrastre a lugares insondables de los que nunca pueda volver.


Supongo que después de que se hayan aparecido dioses y faraones, renováramos un pacto con los dioses y evitáramos que invocaran a uno de ellos y trajera con él una batalla celestial a Kemet, se debería pensar que los problemas terrenales se dejarían a un lado, pero no va a ser así. Pese a que casi todos los sacerdotes nos unimos contras las adversidades e hice grandes amistades allí, las disputas continúan. Lo que me ha llevado al cambio que va a ser más grande en mi vida y también un gran cambio para todo Egipto.  AMON-RA.  Hemos hecho un pacto y como se hizo en tiempos más antiguos uniremos estos dos dioses por la paz de Kemet.


Voy a seguir siendo la suma sacerdotisa de Heliópolis y tendré el control total sobre el templo, pero ya no lo dirigiré en persona. Voy a tener que estar reuniéndome con Hem-Neter para ultimar el cambio. Uniremos los ideales, la magia y mantendremos nuestras tradiciones más antiguas. Por ello, voy a tener que estar aprendiendo mucho de él, que será el sumo sacerdote de Amon-Ra, ya que no tengo la suficiente experiencia ni conocimiento todavía como para dirigir un templo como Karnak y tendremos que compartir nuestro conocimiento sobre la magia. Lo bueno es que tendré total acceso a su biblioteca y secretos por lo que si existe alguna solución a tu problema, la encontraré. Hem-Neter es una gran persona y ha tenido difíciles momentos. Espero que tenga mucha felicidad a partir de ahora. Él dirigirá las oraciones nocturnas y del atardecer y yo me encargaré de las del cenit para que los fieles se vayan acostumbrando al cambio. Cuando termine mi entrenamiento con Hoskarteph, partiré hacia su templo para comenzar el cambio.


Madre, tú no llegaste a conocer a Merneith, pero es una gran amiga, espero que pueda volver pronto a la ciudad, ya que estos días de funeral no he podido hablar mucho con ella... con las ganas que tenía, pero ahora es una gran médico generalista nombrada por el faraón. ¡Si!, El faraón, tenemos un nuevo faraón! Un gran hombre que traerá grandes cosas a Kemet, ha tenido un Durbar peculiar, tanto, que antes de que le proclamaran rey, fui yo quien le casó con la reina Akesha.
No te puedo contar todo lo que he aprendido de cada uno, pero te diré que he conocido a fantásticas personas con increíbles historias y que me habría gustado conocerles más a cada uno de ellos.


Con cariño, tu hija, Henu Ra, Sacerdotisa de Amon-Ra, suma sacerdotisa de Heliópolis, profeta y aprendiz de intérprete de sueños.



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-”¿Podría ser una situación más extraña?”.- Abú Atón se encontraba realizando las oraciones matutinas a Atón como sumo sacerdote del culto. Para ello, tenía que recurrir a la ayuda de otros sacerdotes, ya que no tenía muy claro todos los pasos del rito. Lo había practicado pocas veces y nunca prestado demasiada atención, pero ahora que era él quien debía realizarlo, tenía que disimular y hacer parecer que realmente le interesaban...


En un templo solar, un joven escriba está comenzando a escribir lo que le dicta este viejo sacerdote, pero le dice que se detenga, que primero le contará los sucesos de aquel Durbar de hace veinte años y unas reflexiones sobre su posterior vida. Ya redactará mañana. Tras el insólito relato, el joven sigue atento, mientras toma unos dátiles para recuperar fuerzas. El anciano sigue hablando, sin dar muestras de fatiga alguna:


-Todo había cambiado. Antes del Durbar, yo quería la posición de sumo sacerdote del dios solar por intereses egoístas; quería ser alguien importante y demostrar a Egipto que alguien de orígenes humildes podía alcanzar grandes metas si se esforzaba. Pero tras hablar con todos los miembros del culto a Atón del funeral, se percató de que la locura estaba en ellos. Todos seguían creyendo que Atón era el único dios, lo cual hacía vislumbrar una nueva damnatio contra el resto de dioses. Algo que yo no podía permitir.
Así que la solución a mi alcance fue hacer todo lo posible para llegar a lo más alto de la jerarquía sacerdotal y poco a poco, desde mi nueva posición ir “eliminando” a los elementos más radicales, aunque esto significara adorar a un dios que no era mi dios.


Tras varias semanas escribiendo, el joven terminó así el relato: “Y así lo hizo, durante años estuvo asegurándose que los adoradores de Atón supieran que Atón solo era uno más de los dioses antiguos y que todos debían ser correctamente adorados. La verdad es que el trabajo le resultó sencillo, puesto que gracias a las revelaciones que tuvo Ur Urnen, ya pocos creían que el Atón que ellos vieron fuera de verdad el venerado dios egipcio.
Durante este tiempo, también siguió con su puesto en la corte ayudando a la nueva pareja real a tomar decisiones importantes para el reino; sobre todo en materia de religión, lo que es lo mismo que decir en todo, puesto que la religión es la base de la vida. Los principales objetivos eran asegurar la muralla del norte y asegurar que Karnak perdiera poder, sobre todo ahora que sabíamos que Amón no era uno de los dioses que protegían Egipto. Esto se tuvo que hacer poco a poco, el pueblo tenía que decidir cambiar su culto voluntariamente y sólo había dos maneras: promocionando al resto de dioses y penalizando el culto a Amón con impuestos, sin mercadillos ni cada vez menos fiestas. Abú Atón siempre esperó que Nefertiti no se lo tomara mal, era una cuestión de estado, no era nada personal contra su nuevo marido.
Una vez el trabajo estuvo hecho, Abu Atón pudo descansar. Pero para él, el concepto de descansar era muy diferente al del resto. Decidió abandonar su cargo e ir al desierto durante unos años para recuperar la bendición de su dios. Fueron años duros pero se lo merecía: todo lo había hecho por el bien de Seth, para que nunca se dejara de adorarle en Egipto. Pero aun así le había abandonado y hecho sumo sacerdote de otro culto, y Dathseth debía pagar por ello. Una vez terminado su viaje por el desierto, volvió a la corte y fue nombrado sumo sacerdote de Seth y escribió sus memorias de manos de un joven escriba, pues él ya estaba muy cansado para ello.”


Así lo escribe la mano de Ka Seth, escriba del templo de Seth en Avaris, guardián del Testamento de los Dioses y nuevo custodio de la lanza sagrada de Seth. Que todos repitan eternamente el sagrado nombre de Dath Seth para que la memoria de su lucha contra los dioses ajenos no se olvide jamás.
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           Amanece sobre nuestro pequeño palacio a orillas del mar. El sol regala reflejos dorados, que juegan con las olas y originan el mayor espectáculo que pueda conocerse sobre la hermosa Tierra. El gran Atón está naciendo y nos invita a pasar un nuevo día. Siento la brisa fría del mar que entra por la ventana y la cálida presencia de mi amado Hem Neter, que por fin descansa junto a mí. En silencio, no dejo de mirar como duerme mientras le acaricio suavemente el brazo que le gusta dejar por fuera de las sábanas. Susurra mi nombre en sueños: Nefertiti, Nefertiti...
Soy muy feliz.
           Miro por la ventana. Ya es la hora. Sin despertarlo, salgo de la cama, me pongo una fina túnica de lino y bajo a la playa, a realizar mis humildes plegarias al gran Atón. Muy atrás han quedado los días en que yo reinaba sobre Egipto con Akhenatón. Todas las mañanas lo tengo en mis rezos y espero que encuentre el descanso que no obtuvo en vida. Algún día descubriré quién fue el traidor que lo asesinó. Cada vez pienso más en Kiya por lo acontecido durante el juicio, pero realmente no sé qué pensar y no tengo más que una caja vacía y falsificada que la apunta a ella. A ella o a una trampa que le tendió alguien. Todo sucederá y se descubrirá a su tiempo. Maienhor me intentó ayudar a descubrirlo consultando en los archivos, pero cuando le pregunté acerca de “Los que Velan”, no obtuve buenos resultados, hasta que Semerut me contó lo que quería que supiera, aunque sé que hay más. Apoyaré su candidatura a consejero real, si no aparece Maienhor en un tiempo razonable, pues no hay problema en compatibilizar ese cargo con el de cortesano único. Seguro que sus conocimientos en idiomas y geografía lo convierten en un buen ministro de exteriores.
           Sigo bajando por la escalinata hacia el exterior. Voy cavilando acerca de lo que ha pasado las últimas semanas. Hay tantas historias que quedaron resueltas y otras tantas que quedaron sin resolver, hay tantas ideas que poner en orden ahora que estamos en tiempos de relativa tranquilidad, hay tantas cosas que requieren ser valoradas, tantos pueblos con los que negociar… pero no por mí, ahora no. Mi pequeña Akesha y el joven faraón se encargarán.  
Mi pequeña Akesha… tan joven y todo lo que ha sufrido este tiempo. Murió su amado Tut y antes de que hubiese podido enterrar sus restos mortales, debía de desposarse con otro pretendiente para lograr restablecer un equilibrio perdido en las entrañas de los tiempos. El destino puede ser muy cruel, lo sé. Mi pobre niña… Por suerte, todo salió más o menos bien, la purificación funcionó y Tut pudo cruzar los campos de Aaru. La maldición se fue y el que ella esté bien ahora, y posiblemente encinta, me llena de alegría. Sentí sus consecutivas pérdidas con toda mi alma y sólo espero que los dioses la bendigan pronto con un pequeño que llene sus vidas de alegría, al igual que mis hijas llenaron la mía. Ahora no los volveré a dejar, por lo menos, no durante tanto tiempo. Sólo hay algo que me apena profundamente y es el hecho de haber confiado en Tiy todo este tiempo. Recuerdo sus infusiones, sus falsos cuidados y me enfado conmigo misma, ¿cómo pude ser tan tonta? Me fie de ella, al igual que hacía Akhenatón y lo único que obtuve fue muerte. Una lágrima comienza a deslizarse por mi mejilla. Lloro por ellas, por mis niñas. Por suerte para todos, ya no le hará nunca más daño a nadie. Su cuerpo ha aparecido sin vida en los jardines de palacio. parece ser que alguien le rompió el cuello una noche de calima, al poco de coronar a los nuevos reyes. ¿Maat? Nadie investigó demasiado y pocos le lloraron, a excepción de su esposo Ay y mi tierna Akesha. Yo no quise revelar más de lo que algunos intuyen para no perturbar su memoria, pues estoy convencida de que una vez fue buena.
Duro ha sido el camino hasta lograr hallar a un consorte adecuado, ya que muchos nombres fueron los que se barajaron y muchas y largas conversaciones las que se tuvieron que producir, para ver quién era el que mejor velaría por los intereses del Kemet. Hasta surgió el nombre de mi apreciado Chambelán Tutu, que, por suerte para Sharanar, al final no fue él el elegido y ahora viven felices en la corte. Me alegro mucho por ellos, les irá muy bien. Después de todo lo acontecido, pienso en que todos eran iguales, el Visir Ay, Horemheb, el vil Hetmuhery, todos miraban más por su propio interés que por el de Kemet. Ampliar territorios, someter al pueblo, guerra, guerra, guerra.
¡NO! No es lo adecuado. Ahora no. Hay que unir fuerzas, defender lo que tenemos y cuando vuelvan a ser propicios los tiempos, entonces se pensará en ir más allá. Después de todo, parece mentira que el hombre criado de forma más humilde con los tuaregs fuera el que más velaba por los intereses del Kemet. ¡Hijo de Akhenatón tenía que ser, aunque me duela su origen! Llegamos a pensar que Horemheb iba a ser el adecuado y sé que en el fondo, Akesha siempre ha sentido algo por él y me imagino todo el tiempo que tuvo que invertir Abú Atón para que su matrimonio con Mut no fuera un impedimento y de que su familia política estuviera de acuerdo, pero no pudo ser. No podíamos permitir el ascenso a faraón de alguien sobre el que circulaban rumores muy preocupantes acerca de su fertilidad, aunque luego no fueran ciertos.
Abú Atón … Hice bien en ponerlo a cargo de la mensajería. Siempre ha cumplido bien su propósito: es entregado en su trabajo y me consta que está haciendo una excelente labor como Sumo Sacerdote de Atón. Me sentí halagada cuando me propuso matrimonio, pero mi corazón pertenece a otro desde hace mucho tiempo.
Llego a la playa y el mar roza mis pies descalzos. Una sonrisa asoma en mi cara. Rezo y mientras tanto no puedo evitar pensar también en Muheshy. Todos tenemos un pasado y al parecer vuelve a nosotros cuando menos lo esperamos. Me planteo si la decisión de Pazair, aunque sabia, no fue excesiva, teniendo en cuenta todo el apoyo que nos ha reportado Muheshy como Kap, primero de Akhenatón y luego de mi hija. Su pueblo no lo olvidará con facilidad y es un pueblo grande y prolífico. Pero el futuro aún no está escrito y quizá esto les conduzca a un destino mejor.
Tras el ritual, camino por la playa. Ya ha amanecido. A lo lejos se oyen las gaviotas y se ve faenar a un barco. Me pregunto por el futuro de los dioses, sobretodo el de Amón. ¿Cómo lo explicarán al Kemet? Toda la verdad no es necesario contarla y el pueblo, aunque partícipe, no tiene por qué saber todo lo que sucedió con los dioses. Les recomendé que lo explicaran como una revelación de los Antiguos Dioses a Hem Neter y encubrir lo sucedido mediante tratados, de forma que el pueblo supiera una verdad a medias. Porque retirar a un Dios del culto es complicado y complejo de asimilar para sus adeptos, y puede generar grandes disturbios, si no se maneja con precaución; sobre todo teniendo como antecedente lo que pasó después de romper el pacto con los Antiguos Dioses y tras las apariciones y lo acontecido antes del entierro de Tut.
Pero a fin de cuentas son Akesha y Shaseru los que han de decidir. Yo sólo les puedo dar consejo en cuanto a los designios de Atón y en cuanto a otras circunstancias del gobierno se refieren. Hem Neter conoce más a Amón, él puede orientarles mejor sobre ese tema. Además, escogimos un buen equipo y muy competente, que los ayudarán a tomar las elecciones más adecuadas para Egipto y, con ayuda de Shaseru, se podrá reflejar la cultura nómada por escrito, ampliando así el archivo, dando conocimientos a todo aquél que lo solicite y aportando nuevas ideas para desarrollar mejor nuestra gran nación. Ahora que los tuaregs ya no han de tener miedo al oscuro dios Amón o como se llamara, podrán venir más a las ciudades.
Pero eso será más adelante, ahora tenemos que recuperar el tiempo perdido. La política y los asuntos de palacio vendrán después.
Ya a la entrada del palacio, unos sirvientes me indican que Hoskarteph vendrá pronto. Viene para ayudarme y terminar de curar mi vista, ya que no logré ni que Merisis ni Merneith pudieran encontrar remedio durante mi estancia en la capital, aunque sí encontraron remedio a las enfermedades de los niños causadas por los gusanos de los pozos de agua. Algo es algo y ese algo es muy importante.
Noto como la brisa acaricia mi piel mientras el sol la broncea. Miro hacia la ventana de nuestros aposentos. Hem Neter se ha despertado ya y me obsequia con una dulce y preciosa sonrisa. Hem Neter, mi fiel Hem Neter… Aún recuerdo lo que sentí cuando lo vi en la capital. Después de todo el esfuerzo que hice por intentar apartarlo de mí, del muro que creé a mi alrededor para que su presencia no me afectara, para hacer lo correcto, y de repente, aparece ante mí y mi bastión se derrumba como un castillo de arena. El brillo de sus ojos, sus suaves manos, sus fuertes brazos, su dulce voz… Todo su ser… No dudé de él tras las falsas acusaciones de Ir-en-Atón, ni por un momento.
Aparece por la puerta de nuestro palacio y se acerca a mí extendiéndome su mano. La acepto y me acerca hacia él suavemente, hasta que me rodea con sus brazos por la cintura. Una de sus manos sube por mi espalda, acariciándome suavemente. Me mira a los ojos y su boca se acerca a la mía. Siento sus húmedos labios y él los míos, tímidos al principio, por el hecho de no creer que, después de tanto tiempo, ahora estemos juntos. Me besa apasionadamente, como sólo él lo hace, como sólo él lo sabe hacer, como si no me fuera a soltar jamás, como si quisiera recuperar el tiempo perdido en un solo beso. Nos separamos un poco y leo en sus ojos el amor que arde dentro de él. Le devuelvo el beso. Pero a punto de desatar nuestra pasión, un sirviente anuncia que Hoskarteph ha llegado. Nos miramos y decimos con cierta desazón que será después. Recobramos como podemos la compostura y marchamos a su encuentro. No debemos hacerlo esperar, a fin de cuentas, por fin me va a curar.
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Noto movimiento en la cama, pero me resisto a abrir los ojos a pesar de sentir el sol a través de mis párpados cerrados. Sus ligeros pasos se alejan suavemente mientras el sueño me reclama.
Me despierto de nuevo, ¿cuanto tiempo habrá pasado? Abro los ojos y veo el sol a través del gran balcón, con el viento haciendo ondear las finas cortinas y el arrullo del mar llenando de calma la habitación. Sonrío pensando en ella, ¿donde estará? Siempre se levanta pronto, como si sintiera la llamada del Sol tras su batalla nocturna. Yo, sin embargo, sigo sintiéndome más cómodo por la noche, a pesar de que Amón ya no está allí para guardarme.
Amón. El Señor De Lo Invisible. El Amo Oscuro. Ny-Ar-Rut-Hotep… tantos nombres para aquél que demostró que sólo quería utilizarnos. Aquél a quién no importábamos. Su recuerdo me lleva tiempo atrás, a eventos pasados, eventos dolorosos de recordar…


Recuerdo las conversaciones para conseguir que mi hermano, Het-Muhery, fuese elegido como faraón. Unos y otros me miraban dejando traslucir su desconfianza, su miedo a aquel hombre oscuro, serio, atemorizante. Y mi extrañeza ante sus palabras, ya que no es lo que yo veía. Yo veía a un hombre recto y justo, guiado por una visión divina, embarcado en una lucha contra un cruel enemigo, que también era mi enemigo: Atón, El Rey Amarillo.
Pero las conversaciones se sucedían desmoralizantes: Henu-Ra, buscando el equilibrio; Merisis, intrigada por los oscuros cambios que veía en él; Abu-Aton, ofreciéndome un puesto que ni quería ni me correspondía; Tutu, nuestro aliado, que se daba cuenta de que no había posibilidad alguna… y al que regalé un collar maldito. Un collar que él creía que le protegería y que en realidad ponía su vida a mi merced, ya que temía su traición. Lo sigue luciendo y será mi regalo para Akesha y su esposo, puesto que si alguna vez demuestra enemistad hacia ellos... sólo tendré que activarlo. Su dulce cháchara no funcionará conmigo.


Otros nos apoyaban, como el gran Nebu-Mes, un buen amigo y mejor aliado. O Kiya, la pobre Kiya, con su juicio nublado. También el Gran General, Horemheb, quien pactó prestar su ayuda si no salía elegido rey… mientras yo movía mis hilos con el juez Pazair para que la justicia cayera sobre él si llegaba a tener alguna oportunidad. No me enorgullezco de ello, pero era lo que había que hacer para salvar a Kemet.


Fueron muchas las conversaciones: Herysesta, Tiy, Ay, Ayax, Muheshy, Merneith, Bin-Seth… incluso Akesha. Debía conocer a esa mujer y a aquellos que la rodeaban. Debía ser el tronco que permite a la piedra rodar sobre la tierra. Ese era mi papel, y fallé.


Hoskarteph El Maldito, el Demonio de la Noche, El Oráculo de los Sueños. Él fue quien unió mis sueños a los de Ur-Unen, mi mortal enemiga. Nuestras mentes se hicieron una, viajamos a la Tierra de los Sueños, nos enfrentamos a los demonios que allí habitan, mientras los Dioses nos hablaban. Ellos me contaron como Ur-Unen había engañado al viejo faraón, como había traído la desgracia a la Tierra Negra. Sus engaños habían desatado la furia de los dioses que nos atormentaban con sus señales: las hienas, los niños muertos, y todo aquello que aún debía venir. Pero había más, mucho más. Ella pensaba traer a uno de los Dioses Exteriores, aquél a quien llaman El Rey Amarillo, y a quien el resto llama Atón. Ese dios pensaba destruirnos a todos en su infinita rabia. Y ella iba a ayudarle.


Afortunadamente existía una forma de evitarlo. Pero para ello era necesario que Amón, con todo su poder viniese a Kemet, seguido de Atón. Entonces, utilizando magia vieja y nueva, los desterrariamos a ambos a las estrellas. Mi misión era clara: yo debía ayudar a Het-Muhery con su plan y después, traicionarlo.
Pero, ¿lo haría? ¿acaso no sería mejor reinar junto a Amón y Het-Muhery? Solo había un motivo en mi vida que me lo impedía: Nefertiti. Llevaba años amándola en secreto, desde la primera vez que la vi. Sin embargo, era la mayor enemiga de mi maestro y hermano, un demonio según sus palabras. ¿Tendría él razón? ¿acaso me habría hechizado? Tuve que recurrir a la magia de Isis para saberlo. El resultado marcaría mi destino: si había utilizado la magia sobre mí, sabría que los seguidores de Atón no merecían ninguna lástima y ayudaría Het-Muhery a traer a Amón a este reino. Si por otro lado, lo que sentía era verdadero, ayudaría a detener la destrucción que los dioses nos indicaban. Merisis, Suma Sacerdotisa de Isis, me ayudó lanzando el hechizo que me permitiría descubrirlo. Y yo fui en su busca, ya que al verla conocería la verdad. Me costó encontrarla, ya que uno tras otro los asistentes al evento me pedían un momento para hablar con ellos, pero me iba librando con frases amables al principio, destempladas después. Al final la encontré hablando con alguien que ni recuerdo. Solo la recuerdo a ella, bella como el primer día que la ví, y mi corazón exultante como el de un jóven. Ya sabía lo que tenía que hacer.


Pero no fue fácil: tuve que poner en práctica una pantomima con Ur-Unen, enfrentándonos en medio del patio para reforzar la imagen de enemigos que arrastrábamos. Sin embargo, eso no fue suficiente para el inteligente Het-Muhery. En cierto momento me pidió que le acompañara al interior del templo. Yo lo hice sin temer nada. Pero al entrar en el oscuro recinto, iluminado solo por alguna vela moribunda, apareció él frente a mi con su máscara ritual, furioso. Invocó el poder Amón y la habitación tembló, su voz se convirtió en trueno y yo fui presa del terror más absoluto. Entonces me interrogó. Preguntas que no admitían más que la verdad, ya que el mismo poder del Dios Oscuro las acompañaba. Preguntó por Nefertiti y preguntó por mi dedicación a nuestro plan… y yo respondí con la verdad. Pero los Antiguos Dioses me acompañaron y mis respuestas esquivaron sus dudas. Fue entonces cuando me enfrenté a él. Portando yo también mi máscara ceremonial le increpé, le acusé de utilizar la magia que juntos habíamos aprendido en mi contra, de pensar que yo que podría haber ocupado su lugar si hubiese querido, confabulaba contra él, y de dudar de mí a pesar de que había renunciado a lo que más quería en esta vida, Nefertiti, por él. Así salvé la vida, pero sus dudas no fueron completamente erradicadas. Pero bueno, el resto es historia y ya ha sido contado con distintas voces.


Muchas cosas han pasado desde entonces. Un nuevo faraón ocupa el trono de las Dos Tierrras. Su esposa, Akesha, es ahora mi hijastra. Y Karnak se enfrenta al mayor cambió de su historia. Amón renacerá como Amón-Ra bajo la guía conjunta de Henu-Ra y mía. Los cultos se unirán, fortaleciéndose entre ambos: el Señor de lo Oscuro y el Señor de la Luz. Juntos unirán una tierra dividida. Henu-Ra es una mujer inteligente, que aprenderá rápidamente todo lo que necesita saber sobre Karnak y, algún día no muy lejano, heredará mi cargo y lo honrará con su sabiduría... o quizás no. En Karnak se encuentra ahora un joven sacerdote de Ra, venido de Heliópolis para aprender en nuestra gran biblioteca. Un jóven que se ha mostrado más que dispuesto a mostrarme los ritos de Ra y su magia a cambio de ciertos documentos. Y yo aprendo rápido. Quizás, en su momento, Henu-Ra deba ceder su puesto a este prometedor joven, que llegará al cargo debidamente instruido y aleccionado.


En cualquier caso he tomado medidas para mantener cierto control. Mandé construir un refugio en el desierto donde se almacenan los textos más sagrados y secretos. He corrido con todos los gastos y utilizado sólo obreros extranjeros para que no quede registro alguno de ello y, sobre todo, no caiga en manos de Henu-Ra… y de Het-Muhery.


Het-Muhery, mi amigo y ahora mi némesis. Seguramente se oculte en algún lugar cerca de Karnak, y por ello he tenido que destinar grandes recursos a encontrarlo, ya que imagino que querrá recuperar alguno de sus documentos. Patrullas de cuatro hombres, guardados por los amuletos que fabricamos en secreto hace años, recorren la región en su busca, magia antigua y nueva es utilizada en esta difícil misión… y además hay una trampa tendida por si intenta atentar contra la vida de Nefertiti o la mía: indicios y pistas han sido sembrados de que nos encontramos en una villa al norte, lejos de la desembocadura del Nilo. Pero en realidad unos dobles ocupan nuestro lugar, y la casa ha sido convertida en una ratonera, vigilada por soldados vestidos como sirvientes. Pronto caerá, de una forma u otra.
Y mientras tanto las obras en Karnak avanzan rápidamente. Pronto anunciaremos el cambio al pueblo, al que pocos se opondrán pues se hará de forma muy gradual. Oponerse significaría una guerra civil, por lo que no creo que ocurra. Y mientras, disfruto de un merecido descanso en un palacio a las orillas de un tranquilo mar, en la mejor de las compañías.


Por cierto, ¿donde está? Me levanto y me asomo al balcón. La veo en la orilla, mojando sus pies en el cálido mar. Salgo tras ella, dejando mis huellas en la húmeda arena. Al llegar la abrazo desde atrás, atrayendola a un largo beso que me hace olvidar todo lo demás...
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Carta de Hoskarteph al Juez Pazair, que esta carta le reciba en buen estado tanto a él como a su esposa, y que le ayude a entablar conversación con la gran diosa Maat, y que con ello le permita pasar juicio sobre lo que esta carta anuncia:


Estimado Pazair, tras la coronación del nuevo Rey, y una vez el Rey Tut-Ankh-Atón fue debidamente juzgado por Maat, me alejé del Valle de los Reyes sin despedirme. No estaba huyendo de la justicia, sino que intentaba proteger a aquellos que estaban a mi alrededor. No sabría decir por cuánto tiempo podría contener mi furia tras la huida de Hetmuhery, pero sé con total seguridad que volverá.
La visión de la diosa Maat fue de ayuda, espero, para entender mi posición. Ya viste que tengo problemas de temperamento (si puede decirse así), pero también has visto que no soy culpable de ellos. Los ancestros vampíricos de Tiy me hicieron así, cuando ella me entregó como ofrenda para conseguir sus favores. He luchado contra mí mismo durante los siete años que estuve exiliado en el desierto, pero me he dado cuenta de que no soy digno de estar entre los grandes de Egipto. Demasiados encontronazos, demasiada ira, demasiada sangre a mi alrededor. Demasiadas tentaciones a las que no sé cuánto tiempo podré resistirme.
Mi estancia en el Valle de los Reyes no fue en vano, ya que pude prestar mis servicios como  intérprete de sueños. A mi entender, mucha gente parecía asustada por mi presencia, y ni se atrevían a acercarse. Imagino que el desconcierto de mi desaparición hace 7 años, les hacía pensar que estaba metido en algún asunto ilícito. Nada más lejos de la realidad y espero que tú entiendas mis motivaciones. Sabes que cerré mis ojos para poder ver mejor con los de la mente y calmar mis nuevas ansias.
Comprendeme, te lo ruego. Más aún sabiendo que hubo juego sucio en la muerte de Akhenaton. Ya lo vi en su momento y así se lo hice saber a Nefertiti, pero el asesino sigue libre, impune e inmune a la justicia del Rey. Maat reserva un destino justo para él. Por omisión y por lo que me había comentado Muheshy, también sospechaba de fuerzas malignas que se llevaron al rey Tut. Pese a lo que se le acuse de haber hecho, Muheshy es un buen hombre, pero su destino es fuera de la tierra negra, con su gente. Veo para ellos una grandeza que eclipsará sus padecimientos.
Por lo que respecta al funeral o antes de éste, Henu Ra me interceptó insistiendo en que había tenido una visión mía ayudándola. Vi que la joven tenía potencial y le enseñé mis técnicas. Es especialmente receptiva y una persona de buena naturaleza. Pese a ello, y debido a que sus sueños me turbaron más de lo debido, sabe parcialmente sobre mí, aunque ha tenido la delicadeza de no hablar sobre ello. Fue una grandísima ayudante y no hubiera podido descubrir lo que descubrí sin su ayuda. Posiblemente hubiéramos muerto todos de no haber sido por ella.
Durante el funeral, interpreté los sueños de Abu Atón, lo que me permitió conocer sobre el texto del Pacto de los Dioses. En este momento y confirmando mis sospechas, me di cuenta de que el dogma que habíamos escrito para el culto a Atón no era correcto, y debía ser modificado. Bin Seth vino a mí, antes de cambiar su nombre, como un hombre valeroso y merecedor de más atención. La muerte de su esposa y el saber que había un traidor extranjero hicieron que los dos sospecháramos de Áyax como agente corruptor. Desafortunadamente, desconozco su suerte y, pese a la herida que sufrió en la segunda noche, no creo que ésta fuera producto de la ira de Bin Seth.
Parennefer, amigo único de Ajenatón, también vino a visitarme, al que recibí amigablemente. Su sueño era más una visión del gran Rey, que le advertía sobre los peligros y, además, le identificaba como amigo único. Debido a mi relación con el Rey o la que yo pensaba que tenía, esto me sentó bastante  mal, ya que esta revelación no se hizo de forma directa por el gran Ajenatón, sino de forma indirecta a través de lo que los sueños decían.
Por un designio fortuito, Ur Unen y Hem Neter vinieron a visitarme a la vez. Como ya había retrasado sus interpretaciones un par de veces y, dado que Henu Ra estaba también presente, decidí hacer una interpretación conjunta, que puso en peligro tanto nuestras vidas (o lo que quedaba de ellas), como la estabilidad universal. Allí se descubrieron muchas cosas y pasamos cierto tiempo en las tierras del sueño intentando averiguar y poner en claro los descubrimientos. Hem Neter pensó, hasta cierto punto, que todo podría ser una elucubración mía, en un intento de engañar a su facción. Podría haberlo hecho, pero dudo que Maat hubiera estado de acuerdo con ello. Afortunadamente, esto hizo darnos cuenta en qué bando iba a ponerse Hem Neter, y trazamos un plan para engañar a Hetmuhery.
Hetmuhery intentó hablar conmigo durante el día e intenté avisarle de su error, de cómo iba a ser engañado por aquel al que estaba intentando traer, y de cómo acabaría tocado por las flautas, como me pasó a mí. Quería que le interpretara los sueños, pero lo vi como una tarea demasiado peligrosa para mí solo, pero él se negó a que Henu Ra interviniera y me ayudara, en caso de que fuera una trampa del malvado.
Sería fútil intentar expresar o describir lo que pasó durante la tarde, ya que vos lo visteis con vuestros propios ojos y por lo tanto podríais hacer un  relato mejor que el mío. Lo que sí puedo decir es que, una vez establecido el bando, accedí a la petición de Herysesta de interpretar sus sueños. Un hombre humillado desde pequeño y que él pensaba y se veía a sí mismo como incompleto. Espero haber conseguido que reconcilie su sueño, ya que es un elemento poderoso y que vela por el bien de Egipto. Por otro lado, en secreto, Kelbennu también compartía sueños horribles, y temo haber destruido la esperanza que le quedaba. Como ya te dije, interpretar sueños no es una bendición, sino una maldición. Quiero olvidar los sueños y pesadillas de aquellos a los que he intentado ayudar. Quiero olvidar mis propias pesadillas.
Pero no puedo. Aún recuerdo su dulce mirada, cómo se transformó en terror al verme entrar aquel día...
Tú sentiste la visión, tú la compartiste conmigo y viste cómo la reina Tiy me entregaba en sacrificio para conseguir eternizar su belleza. De cómo ella sacrificó la juventud de incontables criaturas para alargar su miserable existencia unos momentos más. De cómo ha sacrificado incontables nonatos con su motivo sacrílego. Merneith es testigo de ello y vio mi cara de horror al ver la revelación cuando confronté a Tiy.
Dejo en tus manos el conocimiento de lo que hizo y dejo en tu criterio el perdón por ser yo el que le proporcione la justicia final que se merece, pues ella es la causa de lo que me convertí.
No puedo olvidar el momento en el que se me desveló la verdad. Un momento que tú compartiste conmigo y que, por lo tanto, has visto y sabes que es verdadero. Podría intentar engañarte, pero nunca lo he hecho y nunca lo haré. Dejo mi castigo en tus manos. Sabes y has visto cómo me abrían las entrañas, me asesinaban, capturaban mi Ba y lo volvían a introducir en mi cadáver. En tu juicio dejo el que decidas qué pena se me debe aplicar, pero quiero que sepas que ninguna condena hará que olvide el olor de mi esposa cuando le arranqué la vida de sus labios. Tampoco podré olvidar el sabor de la sangre de mis hijos, a los que dejé inertes, sin vida. Ni tampoco olvidaré el haber prendido fuego a la casa que la deliciosa Nefertiti me regaló en mi boda.
Muchos han asesinado por el conocimiento que yo nunca quise y que veo como una maldición. La sed es inagotable, es inmortal y, a la vez, es infalible. Sé que me acabará consumiendo, pero he sobrevivido 7 años desde la última vez que me alimenté de sangre. Sangre de mi sangre y carne de mi carne.
Con esto me despido, dándote una última oportunidad para hacer la justicia que creas conveniente. En el último día del mes estaré en las ruinas de mi casa, al mediodía, donde podrás hacer lo que hayas decidido, con las pruebas que has obtenido, incluso esta carta, si  deseas usarla en contra mía. No opondré resistencia y aceptaré el juicio que se me imponga. Tú, con tu infinita sabiduría, sabrás hacer lo apropiado. Eso sí, sobreviviré al castigo y a mis castigadores y mis visiones seguirán hasta el fin de los días. Hetmuhery seguirá libre. El asesino de Ajenatón seguirá libre. El asesino de Tutankatón seguirá libre.
El único sentimiento de justicia será el que tú logres conseguir. Incluso yo, al haberte escrito esta carta y haberte presentado esta declaración, he sido el ejecutor de tu destrucción. ¿Destruirás la carta, junto con las pruebas, a sabiendas de que existe una conspiración mayor de lo sospechado? Tu decisión es la que dictará mi destino, al menos durante unos años o hasta que el desierto tome de vuelta lo que me ha dado.
Lo único de lo que no estoy seguro es de quién mató al pobre Ajenatón. Sé que fue una abeja, o es lo que yo pienso, lo que creo saber, el conocimiento al que me aferro para mantener mi cordura... pero ¿no será otra de las crueles jugarretas del destino, jugándome una mala pasada, haciéndome olvidar detalles clave? No lo sé. Ya ha pasado antes y temo que haya vuelto a pasar. Temo que en un arrebato de ira, de pasión descontrolada, haya asesinado a Ajenatón. No es posible, o al menos no quiero creerlo.
En cualquier caso, Henu Ra es una digna intérprete y poco más puede aprender ya de mí que no sepa aún. Pudiste comprobar su poder cuando te interpretó los sueños, y espero que vieras lo valiosa que puede llegar a ser. Ella sabe que tengo que dejarla. Ya sabe dominar sus presentimientos e interpretarlos. La experiencia hará el resto.
En caso de que tu infinita sabiduría te indique otra dirección a tomar en el último de mes, me dirigiré al desierto a alejarme de mí mismo, de mi pasado y de las tentaciones. Tal vez Henu Ra decida seguirme allí, pues conoce mis tentaciones y sabrá guiarme a buen puerto. Lo poco que le queda por aprender deberá descubrirlo a base de experimentar y tomar riesgos. Merneith ha sido iniciada, por la invitación a la sesión con Tiy, pero su éxito dependerá de lo mucho que quiera arriesgar, ya que es posible que haya visto los peligros que conlleva. Por otro lado, sé que Hetmuhery volverá a intentar traer al caos reptante una vez más ym aunque se haya escurrido esta vez, no hay lugar en esta tierra en donde pueda esconderse de mí. Intentó apuñalarme antes de escapar, por lo que debería pensar que ha conseguido terminar conmigo. Tal vez ésta debiera ser la versión oficial. Tal vez esto permitiría quedarme en las sombras y cazarle como la alimaña que es. Pero sólo si tu juicio es no acabar con la bestia que soy...
La sangre correrá y espero, por Maat, que no sea la de los inocentes. Si debo realizar el último sacrificio para liberar al mundo de esa alimaña, lo haré. Si debo sacrificar mi alma, mi cordura, mi humanidad y mi memoria para proteger y mantener el equilibrio, Maat sabe que lo haré.
Me despido respetuosamente, hasta el último día del mes, o hasta el final de los tiempos. Aunque parta hacia el desierto, sabrás cómo encontrarme. Aún tienes mi amuleto y, como te dije cuando te lo di, te guiará en los tiempos difíciles.
Maktub. Está escrito en la arena...


***
Pazair, El Decano del Porche está sentado ante los rollos de la Ley. Le reconforta. Mira su amuleto de la pluma de avestruz para tomar decisiones, se inspira en sus fundamentos y en el amor a su patria. Los jueces que tiene a su cargo le miran impacientes, pero es tan grave lo que tiene que dictar que medita durante varias horas. Piensa en los hechos del Durbar y en la carta de Hoskarteph:
La Maat esta retornando al equilibrio, la Doble Corona reposa sobre las sienes de un heredero de Ajenaton y aquellos que deseaban el caos, han sido derrotados de momento. Gracias a la Maat encontré al hijo de Akhenaton y ahora soy su mano derecha, la confianza del muchacho en mí es grande y los enemigos que aún rodean el trono tienen un gran rival en mí. Será un reto estar junto al nuevo faraón y seguir buscando pruebas, pero la nueva posición me ayudará al Maat.


Muchos son los enemigos que acechan al trono, entre ellos la reina Tiy. Vi en los sueños de Hoskarteph lo que aquella vil mujer había realizado, vi en un eco del pasado sus artimañas para que Nefertiti no pudiese concebir, tiene que pagar por el mal que ha realizado durante estos años. El visir Ay, de alguna manera, tiene que conocer las artes de su esposa y haberlo ocultado es aún más grave dada su posición, pero no haré nada hasta estar seguro de ello. Lo que sé seguro es que su hija, Kiya fue la responsable de la muerte de su esposo, no pude hacerla confesar en el juicio pero ahora, gracias a mi posición, encontraré las pruebas necesarias para hacerla pagar por su muerte. Tenía el motivo (haber pedido la posición por Nefertiti), el medio al saber la alergia del faraón, y la posibilidad de realizarlo (cercanía a sus aposentos). Además, usó a su peluquera... pero aún tengo que saber cómo metió la caja en la habitación.
Hetmuthery estuvo involucrado en la muerte de Tut, no sé cómo pero sospecho que le suministró algún tipo de brebaje que le hizo volverse loco en la cacería. Todo encajaba, según lo que pude averiguar sobre el producto que llega al norte desde Tebas y sus efectos en los soldados. Lamentablemente, creo que será el más difícil de capturar pero no imposible, pues muchos son los sirvientes de Maat.


Durante el funeral del faraón también la Maat ha conseguido grandes aliados como Henut Ra, a la cual mostré mis sueños y me ayudó en encontrar al hijo de Akhenaton. Merisis, madre del faraón, la cual luchó por su hijo y confió su historia a mi persona; Akesha, que se mostró realmente enamorada de Tut y buscó mi ayuda sincera en todo momento…


Tutu, Horemheb o Maienhor me plantean aún dudas sobre su implicación en ciertos asuntos que han desestabilizado Egipto. De los tres, aún confío en Tutu, que aunque es un hombre ambicioso, no atentaría contra la estabilidad de la Maat. La desaparición de Maienhor es muy sospechosa y la seguiré investigando, pero algo me dice que no lo volveremos a ver. Herysesta parece poco preocupado por el tema y eso me dice que, de una forma u otra, se ha solucionado. Horemheb se marchará pronto de campaña y eso creo que calmará sus ansias de poder. Cuando vuelva a Egipto, el rey ya estará bien establecido y aceptará con resignación sus decisiones, como buen súbdito que es.


Sobre Muheshy, el propio visir Ay se entrometió en la pena impuesta por su crimen, pero su falta de templanza provocó viudas entre los egipcios y dañó las arcas del reino. He emitido las órdenes oportunas para que se cumpla la sentencia, y espero que Muheshy se marche de Egipto con su pueblo, al menos con aquellos implicados en la revuelta. Seguiré las recomendaciones de los reyes y dejaré el tema de los primogénitos, pues un veredicto similar ya causó caos en tiempos pasados.


Merneith, mi amada esposa, sigue siendo lo más importante junto a la Maat. Tuve que mantenerla apartada de mis investigaciones durante el funeral, temiendo por su vida y seguridad. No se si algún día seré capaz de contarle todo lo que vi y oí , pero tendré que hacerlo cuando llegue el momento.


He leído la carta de Hoskarteph, estoy dispuesto a verle en la fecha que me ha indicado. No puedo olvidar… los terribles crímenes que ha cometido y que la Maat me mostró. Sentí el vacío de su cuerpo y como lo intentaba saciar mientras devoraba a su familia. Nunca podré olvidarlo, pero tampoco puedo olvidar que él fue una víctima de un crimen más atroz. Me encuentro en un dilema, pues la Maat me eligió para ser su guía, su cayado, me pidió que le ayudará y que no le dejara perderse de nuevo. Pido a Maat que me guie en este duro camino. ¿No ha pagado ya por los crímenes que cometió?¿no lleva pagando por ellos desde el mismo día que los hizo?... Así lo creo y que la Maat me ayude en esta vida y el juicio ante Osiris, pues no puedo condenar a este hombre. Pero espero que él me perdone porque tampoco puedo permitirle que desaparezca en las arenas del desierto, él tiene aún que ayudar a la Maat a recuperar su equidad. Además, tiene poderes, como con el que ha curado a Nefertiti, que lo hacen una herramienta imprescindible para el estado y el equilibrio. Creo que es el único que puede acabar con Tiy, una vez que sea descubierta públicamente, ese será mi objetivo. Además, él sabe hasta dónde pueden llegar Hetmuhery o Tiy, lo presiento. Esas serán mis órdenes para él, como método de purgar su dolor y ayudar a la diosa que le protege.


Temo decirle mis sospechas fundadas sobre los asesinos de Ajenaton y Tutankatón. Temo que acuda a matarlos a sangre fría sin permitir que la justicia del faraón caiga sobre ellos. Espero que la Maat me permita evitar contarle demasiado y que sea lo suficiente para convencerle de que me ayude y de que yo debo ayudarle a él. He visto la bestia que oculta dentro de sí y sólo la Maat me protegerá.


-Preparad vuestros instrumentos, escribas. El Decano va a honrar a Maat con sus decisiones.- y así se hizo.


__________


Esas noches, el Palacio parece vivo. En cada habitación, en cada sala, se suceden hechos que transformarán al nuevo reino. Un reino que se llevará a golpe de Maat y se reconducirá, como las crecidas de un tumultuoso Nilo. En este caso, vemos un padre preocupado por su hija, algo que pasa en todas las casas y en todos los tiempos...


-Querida hija, dime la verdad. Aquella caja que dejé en el despacho de tu esposo ¿era la de la abeja asesina? ¿Me hiciste cómplice de tus intrigas?
-Padre, voy a partir al templo de Isis en Philae. Me alejaré de la corte y sus desengaños. No me hagas decir lo que no hace falta. Dudo que nadie desee que el trono se vea más manchado y mi exilio sé puede hacer en cualquier lugar, incluso dentro de Kemet. Ni siquiera Pazair podrá decir que no es justo castigo. Y diré que puse yo misma la caja, tú no sabías nada y tu nombre no quedará manchado para la eternidad por un delito mío.
El anciano no pudo decir nada y la vio partir con la decisión en su mirada.
Ella aceptó su destino con valor, puesto que seguía creyendo en que era lo mejor para su país y sus habitantes. Ajenatón había cambiado demasiado y ya no sé preocupaba del pueblo ni de ella. Era hora del cambio de rey. No se arrepentía de lo que hizo, pero aceptaba el castigo.


Kiya habló esa misma noche con el juez de Egipto, que aceptó el destierro y la soledad de la favorita del rey. Ay se dirigió hacia sus aposentos aunque sabía que esa noche no iba a dormir, pero su esposa no estaba allí...



Ay miró una y otra vez por las estancias de palacio que tenían reservadas él y su esposa. Tiy no aparecía y comenzó a preocuparse.


Una y otra vez.
La visión me atormenta, la realidad se mezcla.
Unos sonidos guturales rugen en la oscuridad. Quejidos, cantos oscuros en las tinieblas.
Oigo tu voz oscura, rasposa, que me rasga los sentidos: “Esta maldita hambre que nunca… nunca desaparece… “
- Yo te regalé a los dioses… ¡quiero lo que es mío!, ¡quiero lo que Ellos te dieron!


Un instante eterno y algo en la oscuridad que se acerca a mi cuello.
- ¡Hazme como tú!, ¡hazme inmortal!


Una y otra vez.
Inmortal… Una y otra… vez…


Sangre que cae de mi pequeña herida abierta.


- Tú, antes, que no tenías ni nombre, que no eras nadie, tú ahora mi Dios de Sangre y Señor Engendrador, he aquí mi sangre.
- ¡Esto es una maldición! - me zarandeas.


- Mi sangre es tuya… y tu sangre será mía...


Le muestro el cuello desnudo, como mi alma, y la rabia y tu grito me ensordece.
Me hundo en el más atroz de los miedos, llanto que llega junto a un temblor que me mueve entera.


- Yo te regalé a los Dioses, castígame con tu maldición… - susurro esperanzada.


Un desgarrador alarido, y tus manos me alzan como un depredador y tu boca en mi cuello, y tus dientes en mi piel desgarrándola, y mi sangre cayendo en un terrible abrazo que me rompe varios huesos.
Mi vida se escapa a cada mordisco. Apenas abro los ojos para ver a mi divinidad alimentándose de mí. Con desprecio, me abandona en el suelo que me rebota como una muñeca rota. De lejos, las puertas de Necher-Jertet, el Duat: el juicio de Osiris me espera…
- No… no… ¡todavía no!


Y Osiris se acerca…


- ¡Nooo!
Una y otra vez.
El juicio… el Duat… se repite entre la realidad y la mentira.
Un líquido dulce, el hambre atroz, el deseo que desea que desee en todos mis sentidos, despierta en mi lujurioso.
Me alimento de tu sangre. Oh, mi Dios Ungido, y la puerta desaparece y sólo veo ese líquido sagrado y espeso que quema mi garganta mientras la oscuridad arranca mis órganos que dejan de palpitar.


Un terrible dolor me obliga a gritar, el dolor insoportable, esperado. Instantes eternos donde la vida pasa ante mí: mi reencontrado Shaseru, mi nieta amada Akesha, Ay mi amado esposo, todos mis queridos hijos, mi Faraón y señor Amenofis, sus dulces besos, su orgullo por mí… mi amada tía y mentora… siento el dolor de cada hijo perdido, de cada parto, de cada arruga... Cada gota de sangre de las esclavas judías y sus ojos vidriosos llenos de muerte… el inicio, el final…


Y una y otra vez, muero.
……………………………
La exhalación de aire me sienta de golpe en el lecho. El sudor invade mi cuerpo. El cansancio también. La respiración rápida y rítmica y mis pulmones no alcanzan a inspirar más aire.
Un pequeño espejo refleja mis verdes ojos.
Ay se revuelve ligeramente en el lecho, y una caricia en la espalda acaba calmándole. Mi enojo por él, desapareció tan rápido como vino; hay cosas mucho más importantes. Nut, la Diosa Celeste reina en la bóveda oscura.
Me levanto descalza sobre el frío suelo.
Dos palmadas suaves y una sirviente acude.


- Tráemela.


La sirvienta vuelve con mi nuevo regalo. Se llama Sarah y es preciosa, apenas una niña. No está asustada.
Le ordeno que me siga y que traiga los aceites y perfumes de una cesta de las cocinas.
Con sumo cuidado, lo coge todo y nos deslizamos por el pasadizo que Parennefer me creó hasta mi cámara privada.


- Perfúmame, Sarah.


La niña me quita la ropa y su cuerpo lleno de vida me atrae hacia ella. Confiada, hace su trabajo.
- Háblame de tu Dios, hebrea.


Me mira con sus ojos grises y sonríe.


- Él es Yahvhé, único dios, amor y castigo…


Su voz suena tan dulce como lo será su sangre.
Bajo un trozo de paño blanco, un cuchillo encomendado al Rey Escorpión Peraa Sereq, espera su turno brillando, acechante.
Y rápidamente, la muerte acude, y más veloz, el dulce néctar rojo regresa mi hermosura y juventud perdidas.


Una y otra vez… a la espera de un nuevo sueño con mi Dios de Sangre, una y otra noche.
.....................................................


Pero esta noche, el sueño no es igual. Noto que hay una presencia aquí. Esta vez ha venido mi dios de sangre, ¿será el mismísimo Khufu? Tiene que ser él.
Me llama, salgo de los aposentos. No me puedo contener. Y le veo, sus ojos brillan en la oscuridad. Tiene que ser él.


-Mi señor, por fin. Hazme eterna, inmortal.


-...


-Decid algo. Mis ofrendas y mi decisión es irrevocable. Mi tía ya no se interpondrá más.
Ya me abraza, noto su extraña fuerza, pero no me devora para renacer. Desde la oscuridad, se ha lanzado con un salto felino rodeándome desde la espalda. Es más alto que Khufu. ¿Qué está ocurriendo?
Noto como mi cuello se quiebra y ahora soy el pájaro Ba. Él me toma en brazos, mientras mi cuerpo desfallece. Ahora lo entiendo. No es él. Es el demonio de Maat. Ha destrozado mis sueños de eternidad. Pero dice algo. Me acerco a escucharle.


-Serás eterna en tus templetes, por tus estatuas, por tu familia. Incluso te voy a ahorrar la vergüenza pública que me indicaba el buen juez Pazair y por ello hago esto en la noche silenciosa. Pero jamás dejaré que haya más como yo. Acabaré con todos ellos y cuando lo haga y pueda descansar tranquilo, yo mismo pediré a La Diosa que me lleve con ella para tener por fin paz. Descansa ahora, Tiy. Has tenido una vida próspera y larga. Ahora es momento de reposo, afortunada tú. A mí aún me queda un largo camino por delante, pues una última misión de Maat me espera.
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Templo de Atón en Tebas.
Una solitaria figura se para un momento en su nervioso deambular, para reflexionar sobre su pasado y su futuro. Toquetea nervioso un amuleto y la desesperación se leería en su rostro si alguien pudiera verlo.


Un hondo pesar me invade, pues Kemet me vuelve la espalda, a pesar de los años que he dedicado a tratar de hacer de ésta una tierra más justa, tanto a través de mis responsabilidades políticas como siguiendo el camino de Atón.


“La doctrina no funciona…está rota”. Las crípticas palabras de mi viejo amigo Hoskarteph aún resuenan en mi cabeza; al principio pensé que, dadas sus visionarias dotes, sabía de mi impulsiva acción contra el arquitecto con cuya vida acabé junto a los Muros del Príncipe pero, cuán grande es mi desdicha al saber que Akhenatón, Nefertiti y el propio Hoskarteph fueron manipulados por Ur-Unen (marioneta del Dios Amarillo), creyendo haber sido iluminados por el propio Atón.
Aún así, sigo sintiendo algo en mi interior que me impele a seguir creyendo en ÉL, el único dios del que el resto tan son sólo manifestaciones y la doctrina está lejos de estar equivocada. Presiento que se me está poniendo a prueba, tal vez por no haberme dado cuenta antes, tal vez por desviarme de su luz.


Pasado el Durbar y tras la despedida a Tutankhatón, aún permanezco en la corte, pendiente de que el nuevo Faraón, Sasheru, y su esposa, Akesha, consideren mi petición de excluir de mi justo castigo a mi pueblo –los hebreos–, que tan injustificadamente fueron condenados por el Juez Pazair a causa de mis propios actos. ÉL es testigo de cómo hube de contener mi ira frente a semejante sentencia, pues si al ver a mi familia maltratada y en tan mal estado llegué a matar a un hombre cegado por mis sentimientos, ¿qué podría haber pasado si me hubiese dejado llevar por la ira tras el juicio, al ver maltratado a todo mi pueblo? A pesar de las esperanzas que guardo sobre mis enseñanzas a Akesha y el plan político que juntos elaboramos, me han llegado ciertos comentarios me indican que el Faraón no está dispuesto a acometer la mayoría de las propuestas que conducirían a Kemet a un nuevo auge, mejorando al mismo tiempo la calidad de vida de los hebreos… mi repentina caída en desgracia hace que mi influencia en estos temas se vea completamente anulada; no importan mis años de servicio en la corte, que me haya mantenido firme para defender a Kemet de las maquinaciones de Hetmuhery en su intento de traer al Faraón Negro (eterno enemigo del Dios Amarillo), ni que mi intervención resultase providencial para frustrar sus planes. En el vacío caen mis intentos de conciliación, mientras los egipcios abren en mí una profunda herida que separa mi origen hebreo de mis sentimientos hacia Kemet.
Mientras se me permita, insistiré ante el Faraón para que libere a mi pueblo de su estatus de esclavos y los convierta en trabajadores, que les proporcionen tierras que cultivar y alojamientos donde vivir ¿acaso es tanto lo que pido? Y si, además, Egipto se puede beneficiar de ello, ¿qué hay de malo en tales propuestas?


Esto es lo único que me retiene aquí: Hoskarteph me confesó haberse convertido en un ser depredador, víctima involuntaria de la magia de sangre (como la que practica la Reina Tiy, madre de Akhenaton), y que sólo pudo controlar tras largos y arduos años en el desierto, luchando contra sí mismo; Nefertiti no se quedará en la corte para apoyar a Akesha, pues su destino parece ahora más ligado a Karnak y la propia Akesha estará subyugada a las decisiones de Sasheru (Faraón por derecho de nacimiento, al ser hijo de Akhenaton); Ur-Unen ha cedido su puesto a Abú-Atón; la corte sigue infestada de intrigantes y advenedizos (contra los que trataba de prevenir a Akesha) y, en lugar de granjearse un aliado, Egipto ha conseguido que la amenaza Hitita se convierta en realidad.
Y si el Faraón se niega, entonces abandonaré Kemet para ir junto a mi familia y hallaré el modo de liberarlos a todos de sus cadenas, pues he entendido que mis prioridades estaban equivocadas. Seguiré el camino de Atón, mientras sienta su reconfortante presencia y buscaré su iluminación en busca de la respuesta al enigma que el futuro me plantea.


En mi camino, haré un alto para visitar a Iren-Atón (antes conocido como Bin Seth) quien, a pesar de su reacción inicial frente a mi confesión de la muerte del arquitecto, intercedió en todo momento por mí (de igual forma que yo había hecho anteriormente por él) e incluso llegó a ofrecerme asilo en Menfis; ofrecimiento que he de rechazar, tanto por los problemas que podría ocasionarle a mi buen amigo, como por el hecho de que mi camino no acabe en Menfis, sino que me habrá de llevar más allá de los Muros del Príncipe. Llevaré a mi familia conmigo, a un destino mejor, a la tierra que les pertenece por derecho y por fin, cuando llegue, podré descansar.


Atrás queda el culto a Amón, ahora que Hem-Neter ha descubierto el engaño de Hetmuhery (aunque me imagino que seguirá manteniendo el culto, aún a sabiendas de que su poder místico se desvanecerá, puesto que seguirá ostentando un gran poder económico y religioso); el culto a Atón irá quedando relegado a su antiguo origen, como otra de las deidades solares, ahora que Abú Atón (quizá vuelva su nombre al de Dath-Seth, pues nunca abandonó sus antiguas creencias) se ha erigido en Sumo Sacerdote de Atón, con una mayor posición de poder que le permita continuar en su afán de separar totalmente la religión de la política y la economía.


Mi último regalo a Kemet, en aras de buscar su unidad para evitar que sus enemigos vean a Egipto como un pueblo dividido, lo dejo en la mente de Nebu-Mes que, tras una conversación con él (mientras sutilmente mantenía uno de sus abalorios entre mis manos) “recordó, de repente, que los intereses de Kemet están por encima de sus creencias y necesidades personales y que debía hacer cuanto fuese necesario para mantener Egipto unido”…nadie sabrá de esto, pero espero que sea como la brisa que mueve las dunas en el desierto y restablezca algo del perdido equilibrio.


He fracasado en intentar salvar a Kemet de sí misma y ahora su futuro quedará en sus propias manos; yo debo salvar a mi verdadero pueblo, a los que realmente necesitan ser salvados… sólo espero que ÉL me observe desde el cénit, me ilumine y me guíe. Y como primer paso, dejaré en Kemet todas mis pertenencias (incluido mi nombre egipcio, para encontrar a mi pueblo como Moisés, el nombre que realmente me corresponde).


***


En la parte delantera del mismo templo de Atón, ocurre una escena años después, pero en donde los hechos del Durbar aún se mezclan con el presente.
Poco antes del amanecer, Ur Unen seguía levantándose, a pesar de que ya no oficiaba casi nunca y que cada vez eran menos los asistentes. Pero la luz del amanecer siempre había tenido un efecto casi sanador sobre ella, así que siguió los consejos de Merneith y se dispuso a mantener las rutinas que habían sido siempre su clavo ardiente a la poca cordura que le restaba. Sonrió feliz, recordando otros ritos más confusos, temiendo en cada momento que alguien se girara con un cuchillo en la mano o peor, con una flauta en la boca.
- Pero no entiendo porqué sigue adorando a Aton, ¿No era Aton el rey amarillo?
- Eso creyó Akhenaton, ella le enseñó la imagen y Akhenaton quiso ver lo que quiso, pero Aton existe como dios tradicional.  A ella le daba igual Aton, pero no iba a seguir adorando al Rey Amarillo después de ver cómo la había manipulado. Si restauraron el pacto, ella hará lo que deba para cumplirlo y... bueno, ya se sabe las ceremonias.
Oyó los ruidos de los niños de Akesha y pensó que debía ir a darles consejo sobre su futuro papel. Sabía que muchas veces le tomaban el pelo, ya que la fama de “vieja loca” le seguiría durante mucho tiempo y era difícil mantener la disciplina, pero no le importaba, ella sabía lo que sabía y los que importaban también. Afortunadamente, parece que hay dioses más allá de los primigenios, de los innombrables o de los antiguos, que velaban por ella.
- Bea, siempre has tenido mucha suerte y lo sabes. Si no llegas a juntarte con Yago... ni Shaseru hubiera llegado a reinar y no hubieras averiguado cómo arreglar la ofensa a los dioses.
- Ya, siempre digo que la tengo, aunque yo no crea en ella. Me sabe mal por Luis y por Paco, que ni pudo luchar por llegar a faraón y al otro le traiciona su segundo...También es que lo de Paco no había otra forma. O él o yo.
- ¿Cómo? ¿Qué tiene que ver que te leyeran los sueños con Yago con que Horemheb no llegara a faraón?


-ME HAS ENGAÑADO. ¡Yo confiaba en ti, me engañaste y engañaste a Akhenaton! ¡No buscabas más que el poder con el rey amarillo!
Ur Unen recordó la voz de Hoskarteph y la oscuridad tras el mantra, después del viaje a través de las dos inmensas columnas. Todavía le incomodaba recordar cómo había surgido todo y la voz dolida de uno de sus mejores amigos:
- No, no, nunca os mentí, siempre decía la verdad pero nadie parecía escuchar más que una de las verdades que decía, nunca veíais las otras. El Rey Amarillo sabía que venía Nyarlathotep y me ofrecía enfrentarse. A mí sólo me quedaba buscar cómo salvar a la humanidad, porque él ya se encargaría de enfrentarse al Faraón Oscuro. ¡Dime, ¿¡qué opción tenía!?
Y la opción surgió de los sueños de los dos. Hemneter, Henu-Ra, Hoskarteph y ella urdieron tras dicho viaje trascendental el plan que mantendría a la humanidad a salvo. Debían hacer que el rey fuera Sasheru, el loto, el niño perdido del faraón, dejar que Hetmuhery hiciera su ritual y después, con la ayuda del faraón, de un alma pura en Maat y de la sangre del matrimonio del norte y el sur, podrían desterrar a los dioses primigenios de esta tierra a otro plano. Todo estuvo a punto de fracasar por el astrónomo real, que los llevaba aquí y allá, confundiéndolos del lugar donde se iba a hacer el ritual, pero llegaron en el último momento. Ur Unen nunca supo si los dioses primigenios habían llegado a irse a otro plano, pero restauraron el pacto con los dioses y enterraron el papiro en el templo, para las futuras generaciones. Al menos, por ahora, todo parecía tranquilo.
Aunque entre todos la convencieron de que Hetmuhery no volvería, Ur-Unen seguía teniendo miedo a la noche y, siempre que podía, se hacía acompañar de alguien en sus paseos por el palacio. Merisis resultó ser una compañera encantadora, que lamentaba no haber podido estar en el concilio para resolver sus diferencias teológicas (a las cuales Ur Unen nunca había dado la menor importancia, pero le seguía el juego por diversión). Henu-Ra recibió también numerosas visitas de Ur-Unen en Heliópolis para discutir cómo llevar los ritos solares y ya que estaba, se acercaba a Karnak a darle las gracias a Hemneter, aunque siempre le esperaba fuera, ya que, por mucho que lo intentara, seguía sin poder ver las grandes cabezas del templo sin estremecerse. Las palabras de Hoskarteph la habían curado, pero su ausencia y la de Muheshy hacían que dudara a veces de sí misma y veía fugazmente ojos oscuros... si hubieran sido tras las columnas, aún, pero ella los veía siempre EN las columnas. Suspiró y esperó al sol del mediodía, deseando que la luz reverberara en el orden correcto, ese ritmo que ella misma había inventado por el cual pasar por las baldosas para que nada perturbara el orden cósmico. Karnak siempre tenía ese efecto sobre ella, no importaba que hubiera estatuas tapadas y templos cerrados. Intentó pensar en todos los cabos sueltos tras el Durbar ¿La reina Tiy habría muerto por usar la magia de sangre? No es que a ella le importara o juzgara por ello. Semerut le había dicho que era algo que otros faraones antes de ella habían hecho. ¿Los bichos interestelares habrían desaparecido completamente del agua de los pozos? Se escribía largas cartas con Merneith al respecto, ya que ella lo sabía y en el tiempo en el que más preocupada había estado, Merneith le había escuchado.
El asesino de Tut y el de Akhenaton le asaltaba mentalmente algunas noches, pero, al fin y al cabo, tenía claro que la mano oscura que lo había orquestado todo había tenido que huir, así que le daba un poco igual quién hubiera sido la mano ejecutora Ur Unen no tenía muy claro cuánto llegaría a saber Pazair y qué pruebas habría para inculpar a nadie..
De tanto en tanto, seguía oyendo voces, aunque ahora ya no oía a los pequeños Akhu y la mujer que vislumbraba ya no tenía el pelo amarillo.
- Tenemos todo lleno de purpurina dorada. ¡Ahora que casi habíamos desterrado a las hebras plateadas!
- Ya, ya,  y la lavadora también se ha llenado de briznas doradas.


Debían de ser míticos seres aquellas hebras plateadas de las que hablaba la mujer, ya que parecía que hubieran conquistado el territorio en tiempos antaños y hubieran cedido paso en Vadora a seres dorados. No le dió más vueltas y vio que, por fin, salía Hemneter a saludarla.
Y nunca volvió a vestir de amarillo.


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Otro día más. La arena golpea de nuevo mi cara con fuerza. El maldito Atón no me da muchos respiros. Aunque viajo a la sombra de Amón, no tengo mucho donde refugiarme al amanecer. La búsqueda del oasis de Fayum está acabando con los pocos nervios que me quedan. Debo encontrarlo cuanto antes o la poca esperanza que me queda de proteger TU legado se desvanecerá por completo. Los recuerdos de los últimos días se arremolinan en mi mente. No puedo dejar de ver a mi amigo, mi hermano, Hem-Neter, blandiendo el cuchillo ritual contra mí, los cánticos atronadores de los seguidores atonianos, los rumores de dioses exteriores… Ya no sé qué pensar...  Toda una vida dedicada a ti, a conseguir que el oculto se mostrara por fin a todo Kemet en su máximo esplendor…  Nebamón, como me gustaría que aun estuvieras aquí para aconsejarme y explicarme tantas cosas…
Solo me quedas tú, Amón. Todos mis amigos, mis aliados han renegado de mí y aquí estoy, buscándote de nuevo… Sabes que por ti realicé actos que van más allá del perdón de Maat y mi alma está condenada a vagar eternamente por el inframundo…
Si hay algo de lo que me arrepiento es de la muerte de Tut, ¡oh, pobre niño¡ Cuánto dolor he sido capaz de causar… Kiya, mi querida amiga, nunca podrás perdonarme por haber propiciado la muerte de tu hijo, oigo tus gemidos en mi cabeza al enterarte de la verdad… te aseguro que llegan hasta mí en forma de tortura constante… al menos me consuelo pensando que te ayudé en lo que pude para que Tut llegara a los campos de Aaru con su verdadero nombre y eso calma mi atormentada mente, aunque no pudiéramos conseguirlo al final...
Pero debo darme prisa, sólo yo conozco el paradero de las tablillas y de tus secretos y tengo que llevarlas a un lugar seguro, protegerlas de las alimañas traidoras que ahora gobiernan Kemet, hasta que podamos levantar de nuevo TU reinado, que no dudes vendrá, mi Dios. Los mortales no pueden entender lo que yo he visto, lo que eres capaz de construir, de realizar y de moldear y que tú fuiste el hacedor único de toda la Humanidad, a través del Simulacro. Aquellos que fueron testigos de mi magia y de tus regalos no son capaces de imaginar lo que habrías conseguido para Kemet si no te hubiera fallado tan miserablemente…
Pero el tiempo pasa tan despacio ahora, siendo un exiliado más, un vulgar delincuente perseguido y no el Sumo Sacerdote de Amón, temido y respetado por todo Kemet. ¡Oh Amón perdóname, ya he sufrido múltiples humillaciones y afrentas, concédeme ahora tu sabiduría milenaria!
Pero aun tengo la Magia que me concediste, con ella soy invulnerable, incorruptible, eterno y quasi-todopoderoso y te  prometo venganza. Venganza contra todos aquellos que me traicionaron y traicionaron tu causa. ¡Dirígeme ahora, Amón, a la cuna de tu conocimiento y te prometo que haré resurgir tu legado como te mereces! No permitas que los que me acechan me atrapen.
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Alojado en el hotel Continental, en pleno centro del Cairo, el hombre vestido elegantemente con traje y fez blanco, fumaba un cigarrillo en su habitación mientras ojeaba algunas ilustraciones que le hicieron sonreír ligeramente… Una de ellas le hizo evocar tiempos muy, muy lejanos, tiempos en que desconocía la verdadera naturaleza del Maestro.- Iluso de mí, qué ignorante y cómo me dejé engañar-, pensó.
En la ilustración, hecha a carboncillo sobre papel blanco, se podían adivinar tres pirámides y, por encima de ellas, una representación gigante de un faraón cuya cabeza era una gran lengua serpenteante, sujetando con uno de sus brazos a una criatura alada con temibles fauces.  Howard Carter se la había enviado esta misma mañana por valija junto con infinidad de bocetos y fotografías de lo que él llamaba sus pequeños tesoros.  Esta ilustración, copiada de alguna pared de alguna recóndita habitación en una de las excavaciones de Karnak, no le cuadraba al iluso de Carter.  Firmada con las siglas HMH no consiguió descifrar que podía representar. El hombre de fino bigote recogió los papeles y salió de la habitación con un maletín anclado a su muñeca. Sintió el cálido aire en cuanto salió a la calle desierta. Miró al cielo, comprobando aquello que había comprobado ya miles de veces durante las últimas noches y que le obsesionaba tremendamente.
Los signos eran clarísimos y empezaban a manifestarse con más rapidez. Era hora de ponerse a trabajar cuanto antes, esta vez nada podía fallar. Aldebarán de nuevo en su cénit, tres mil doscientos años después de su última conjunción con la constelación de Virgo y Las Híades… La tumba de Tut profanada. Los eventos se habían puesto en marcha, aunque los dioses en la tierra de Kemet hubieran cambiado. Qué lejos quedaban ya los antiguos rituales y la pantomima Amoniana. Ahora ya no cometerá más errores. Nadie romperá su círculo ni se olvidará la flauta mágica. Ya no hay enemigos contra los que luchar. Todos han sido eliminados.
-Qué ganas tengo de enfrentarme contigo, heraldo divino, pero esta vez estoy preparado, mi poder no ha hecho más que aumentar y no dispones de tu culto traidor, que yo mismo me encargué de destruir-, comentó para sí mismo mientras se alejaba por la calle, oculto por las sombras del cercano amanecer.
Mientras se acercaba a la mansión en lo alto de la colina, el caballero vestido de blanco volvió a recordar la imagen que había estado observando previamente en el hotel. HMH, Het Mu Her Imén, cuánto tiempo sin oír su verdadero nombre, el nombre con el cual nació. Ahora le llamaban Omar, pero había tenido tantos nombres y tantas pieles que ya prácticamente recordaba sólo una pequeña parte de esas identidades. Miles de veces los había cambiado, huyendo del ser que lo perseguía. Ahora ya sabía quién era, pero no le importaba. Nunca podría llegar hasta él. Estaba bien protegido.
Mientras abría la puerta de la mansión, escuchó gritos ahogados en el interior, provenían del sótano, donde tenía todo lo necesario para comenzar el ritual. Se dirigió hacia un pequeño armario y tomó un cuchillo con extraños grabados. Se colocó un par de guantes blancos, tomó una túnica escarlata y abrió la puerta del sótano, saludando en primer lugar a su fiel Herysepdet, al que llevó consigo siempre en su peregrinar…


Pero no vio la mirada que le penetraba desde una de las capuchas escarlata. Él había conseguido entrar. Pronto se resolvería todo.



04:15 H, Despacho del Dr. Morris.


-¿Estás seguro de ello? Recuerda que hemos hablado mucho tiempo de estos sueños reiterativos.


-¡Esto no es un sueño, Morris! Me licencié en arqueología y sé de qué hablo. Los libros han cambiado, los periódicos han cambiado, pero mi memoria en ello es firme como el acero. Recuerdo que fue una convulsión en los años 20 y no se me iba a olvidar un nombre así. Me da rabia no haberme dado cuenta antes.


Ambos hombres vuelven a mirar la montaña de libros y periódicos que el paciente había amontonado en la mesa del doctor. Revisan de nuevo y llaman a las editoriales en busca de errores tipográficos, pero todos coinciden. El nombre está bien escrito.


-No puede ser. Si hubiéramos cambiado nosotros la historia, hubiera sido a partir de nuestro último viaje, en el 480 A. C., no en esta época... Algo muy extraño está ocurriendo.


-Tranquilícese... ¿ha dejado de tomar los somníferos? ¿Cómo duerme últimamente?


-No es eso, doc. He sido un chico bueno. Se lo juro. Ahora parece que todo marcha bien, incluso he dejado de mirar a la luna todas las noches. Ya no tienen poder los antiguos dioses, todos los han olvidado y son meros espectáculos en museos. Nadie les adora, ni les da fuerza. Ahora no pueden con nosotros. Pero esto... es tan raro... creo que voy a irme a Egipto a investigar. Seguro que encuentro alguna pieza de este misterioso rompecabezas. Tutankhatón... imposible. Recuerdo todavía las palabras del viejo profesor Ryburn diciendo: “Y si pasar a la Historia es ser recordado por generaciones pasadas, Tutankhamón lo será, a pesar de los intentos de esconder su tumba. Carter ha conseguido pasar por encima de los deseos de aquellos hombres antiguos. Descubrió su tumba, llena de maravillosos tesoros y algún día sabremos cuál es su familia.” Se lo repito Morris, ese faraón niño se llamaba por el nombre de Amón y no por el de Atón, puesto que fue olvidado y dañado.por los siguientes reyes. Alguien ha trastocado la historia y ello puede tener consecuencias terribles. (...) No me mire con esa cara, Morris. Sabe que el viaje en el tiempo es verdad. Se lo demostré.
-Sí, sí, pero es todo tan extraño... Déjeme ser un poco escéptico. Lo mejor es que se tome unas vacaciones, vaya al lugar a verlo y quedarse tranquilo. Me han dicho que el hotel Continental del Cairo es estupendo ¿Ha notado algún cambio más?
-De momento no, afortunadamente... Aunque podríamos habernos ahorrado un par de guerras, pero no ha habido suerte.
-Eso sí que hubiera estado bien, una lástima que no se pueda hacer eso.
-Nunca se sabe, Morris. Bueno, recojo mis libros y creo que seguiré sus consejos. Atha ya está lo suficientemente mayorcita como para un viaje así. Y Amy siempre ha deseado montar en el Orient Express... podemos disfrutar de una aventura en familia, puesto que no creo que haya demasiado peligro por esa zona. Gracias por su apoyo, doc. Y si me pasara algo por allí, no lo olvide. Busque la verdad. Todo esto tiene que tener algún sentido cósmico, aunque ahora no lo veamos.


-No se preocupe, Monty. No le ocurrirá nada. Discúlpeme, tengo que hacer unas llamadas...







Y un teléfono sonó en El Cairo.