domingo, 10 de marzo de 2013

El poder de las palabras.


Este artículo está enfocado a los sacerdotes egipcios. También puede ser de utilidad para los médicos. Pero vamos, que si alguien más se anima a leerlo, perfecto.
El egipcio ama lo escrito. Esto es al final lo que registra el conocimiento. “Ama los libros como amas a tu madre”, se le recomienda a aquel que investiga la sabiduría. El mago no se contenta con leer: engulle los textos, coloca trozos de papiro en un cuenco, bebe el Verbo Mágico, ingiere las palabras portadoras de significado. Este extraordinario rito fue transmitido a las logias de constructores de catedrales.
El escrito mágico goza de una vida autónoma, ya que está escrito en jeroglíficos, signos portadores de poder. Los Textos de las pirámides, que comprenden numerosas fórmulas mágicas, ofrecen a este respecto un ejemplo muy significativo. Estos textos, inscritos sobre los muros interiores de las pirámides del Imperio Antiguo (V y VI dinastía), se presentan bajo la forma de columnas de jeroglíficos. 
Textos de la Pirámide de Pepi I (Sakkara).

Cada jeroglífico está considerado como un ser vivo, hasta el punto de que los animales peligrosos o impuros (por ejemplo, los leones, las serpientes-pero no el sagrado ureus real-) son cortados en dos o mutilados para que no hagan daño al rey muerto y resucitado. Incluso en la composición de los textos mágicos, se notan costumbres características, como el proceso enumerativo, que consiste en poner largas listas de enemigos vencidos o de partes del cuerpo del hombre identificado con las de los dioses. Se emplean también palabras incomprensibles, formadas por conjuntos de sonidos considerados eficaces: hay una mezcla de egipcio, de babilonio, de cretense y de otras lenguas extranjeras para desembocar en fórmula del estilo “abracadabra”. Estas curiosas desviaciones de la magia sagrada no deben hacernos olvidar el valor de la palabra. Leer en voz alta las fórmulas mágicas les confiere eficacia y realidad. La lengua jeroglífica está fundada en gran parte en un “alfabeto” sagrado que comprende cartas-madre (consonantes y semi-consonantes). Las vocales no se anotan. Son elementos perecederos, pasajeros, que dependen de una época y de un lugar. El “esqueleto de consonantes”, por el contrario, es el elemento inmortal de la lengua. Esta idea de un valor mágico del lenguaje se conservó durante mucho tiempo. En la época copta, un amuleto preservaba veinticuatro nombres mágicos, comenzando cada uno con una de las letras del alfabeto griego.
“Yo soy la Gran Palabra”, declara el faraón en Textos de las Pirámides 1100, indicando así que es capaz de dar vida a todas las cosas. Hay una palabra secreta en las tinieblas. Todo espíritu que le conozca escapará de la destrucción y vivirá entre los vivos. El viajero del más allá lo descubre y asume la magia que le permitirá manejar la vara de un dios venerable. Cualquiera que posea la fórmula será capaz de hacer su propia magia.
Magia egipcia: Sekhmet con la sagrada trenza y el ka .
Cuando los dioses hablen, anudarán la nada y abrirán el camino a las fuerzas de la vida. Es por ello que el mago respeta las palabras de los dioses, como las de Horus, que alejan la muerte, extinguen el fuego de los venenosos, devuelven el soplo de vida y arrancan al hombre de un destino maléfico. Palabras y fórmulas pronunciadas por el mago no son fruto del azar se inspiran en leyendas sagradas, acciones ocurridas en los tiempos divinos y que se repiten en el mundo de los hombres. Una fórmula mágica es eficaz en la medida en que se remonta a una remota antigüedad o, más exactamente, al origen de la vida. La fórmula de ofrenda por excelencia, peret kherou, significa “lo que sale por la voz” siendo el Verbo el único capaz de animar la materia. ¿No os suena un poco eso del Verbo se hizo hombre?
El título general de la fórmula mágica es “fórmula para…” convertirse, ser, tener poder sobre. Es preciso leerla, recitarla, enseñarla, comprenderla, grabarla, utilizarla como un auténtico instrumento espiritual y material. Repetir cuatro veces un texto mágico le otorga plena eficacia, pero es preciso también prestar atención al tono, al ritmo, a la salmodia.
Incluso las divinidades se ven obligadas a obedecer a las palabras de poder del mago: “¡Oh, dioses todos y diosas todas, volved vuestro rostro hacia mí! ¡Yo soy vuestro dueño, hijo de vuestro dueño! ¡Venid a mí y acompañadme…, yo soy vuestro padre! Yo soy vuestro compañero de Osiris, he recorrido el cielo en todos los sentidos, he hollado la tierra, he atravesado el mundo intermedio sobre los pasos de los venerables iluminados, ya que estoy equipado con innumerables fórmulas mágicas.”
Existe incluso una fórmula para protegerse de toda muerte, sea causada por la enfermedad, las bestias dañinas, el ahogamiento, una espina de pescado, un hueso de pájaro, el hambre, la sed, la agresión de los humanos o la de las divinidades. En efecto, es preciso luchar sin cesar contra las agresiones de lo invisible que se manifiestan de mil y una maneras. Así, el mago recita frecuentemente fórmulas complejas a fin de desechar el fatal final del que se ha asfixiado. La falta de aire parece haber sido una de las obsesiones de los egipcios para quienes la respiración era una de las manifestaciones más patentes de la vida. Por ello, en multitud de representaciones, se ve a los dioses con el Ankh (llave de la vida) tocando en la nariz a sus adoradores. Sabían que cuando alguien moría no respiraba y velaban por ello.
Ankh dador de vida y aliento.
La magia evita también al hombre justo ser comido por las serpientes. Para protegerle de forma eficaz, la mejor solución consiste en darle la apariencia de una serpiente que será a sí mismo capaz de tragarse a sus peligrosos congéneres.
Existe también una fórmula para la protección de la morada familiar y de sus elementos, la ventana, los cerrojos, el dormitorio, la cama… A cada lugar de la casa está destinada una divinidad protectora: un halcón hembra, Ptah, jefe de los artesanos, “aquel cuyo nombre está oculto”, y otros genios. Así, los enemigos no entrarán allí ni de día ni de noche.

La cosmogonía (explicación mítica de la creación del mundo) de Toth, dios de la palabra, es reflejo de la importancia del lenguaje y sobre todo, del escrito, muchas veces esculpido en la inmortal piedra. Los egiptólogos afirman que es posible saber cuándo un rey necesitaba reafirmar su poder por cualquier motivo, ya que las inscripciones en piedra son más profundas, más eternas. Yo misma tengo una foto con mi mano dentro de un "bajorrelieve" en un templo de una de estas convulsas épocas.

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